Documento enviado con motivo de las 40 jornadas de la Asociación Enseñantes con Gitanos celebradas en Valencia.
El concepto a debate: nada más viejo que la masculinidad.
El concepto “nuevas masculinidades” no está exento de debate y polémica. Este tipo de cuestionamientos, habitualmente pecan de academicistas y con cierto aire sofisticado al que cuesta llegar con el interés necesario para seguir el hilo de las interminables réplicas y contrarréplicas. Aun así, voy a intentar sumergirme en él con la intención de extraer alguna reflexión interesante sobre todo este asunto.
Primero debemos observar que esta expresión está compuesta por dos palabras y se conjuga en plural. La masculinidad, o sea el centro de las relaciones de privilegio y de opresión que vive nuestra civilización: el hombre. Ese sujeto político que domina el mundo y que hace que esté a su medida cual si fuera un dios cualquiera (así nos va). Esa identidad hegemónica la adjetivamos de nueva, sin duda con la intención de proyectar una imagen positiva dando a entender que todo lo nuevo es mejor, una evolución, un desarrollo de un estadio anterior. Nada más lejos del pensamiento científico y de la verdad cotidiana. No contentos con todo esto, también la pluralizamos proyectando que existen muchas formas de ser hombre, que ser hombre también es un hecho diverso. Qué mundo tan maravilloso proyecta lo “políticamente correcto”.
Mi apreciado José Ignacio Pichardo, en una entrevista realizada por Amnistía Internacional[1], al que tuve oportunidad de conocer hace más de 20 años en reuniones de activismo, contesta a la pregunta ¿Qué es ser hombre? Diciéndonos “Lo que es ser hombre y lo que es ser mujer se construye culturalmente. No hace falta remontarse muy atrás para darse cuenta de que no es lo mismo ser hombre en el siglo XXI que hace 50 años. En este tiempo hemos experimentado cambios importantes en la masculinidad que muestran que la transformación es posible. Por ejemplo, hoy muchos varones cuidan y son cariñosos con sus hijos e hijas, algo impensable hace unas décadas”.
Estando de acuerdo con lo que plantea, la lectura de esta interesante entrevista me lleva a reflexionar sobre algunos elementos que quiero compartir con los y las lectoras de este texto.
Parece incuestionable, a estas alturas, la afirmación que nos dice que el género es un constructo social, una serie de roles, valores y formas de sociales, interpersonales e intimas de actuar que en un contexto histórico concreto se otorgan a los cuerpos que la hegemonía viene a denominar como hombres o mujeres[2], estableciéndose en un conjunto de pautas que actúan en todas las esferas de las vidas humanas, desde las más sociales a las más íntimas. Sería iluso pensar que esos valores y roles están diseñados al margen de las relaciones de poder existentes, de los intereses políticos, económicos y geoestratégicos que dominan el mundo y que toman forma sin contemplar la dialéctica entre hegemonía y subalternidad que atenaza la vida en su máxima expresión y en todo el planeta. No hace falta tener un sentido de la observación desarrollado para darse cuenta de que eso no es así ni por asomo.
Dicho de otra manera. Los roles de género están pensados y diseñados para mantener el dominio del hombre, blanco (payo), cristiano y heterosexual, como paradigma dominante que lo sitúa en la cúspide de la pirámide del poder, en el centro de la estructura social, económica y política. En esa verdad absoluta se estructura el desarrollo de los sistemas sociopolíticos y económicos que prevalecen en nuestra civilización, produciendo, de manera sobradamente demostrada, la vulneración sistemática de los Derechos Humanos, hambre, pobreza, guerras, injusticia, sufrimiento, dolor y muerte generalizada en el planeta, aniquilando los recursos naturales y haciendo la vida insostenible a costa de acumular impúdicamente en muy pocas manos la riqueza de manera cada vez más pronunciada.
Si damos mi afirmación como válida (sé que puede ocasionar debate), ¿qué es lo que pretendemos con intentar definir “nuevas masculinidades”? La masculinidad, tal como se ha estructurado históricamente es la razón primera, o como mínimo el acompañante necesario, que ha llevado a esta civilización a un callejón sin salida. No tiene sentido intentar “reformar” el concepto. Debemos acabar con él si queremos que el futuro pase de ser una palabra retórica, a convertirse en un anhelo posible, en una esperanza colectiva. Si alguna persona que se autoconsidera hombre lee mis palabras y se siente incómodo, ofendido o cuestionado, le pido que se despoje de ese prejuicio y no vea en mi alguien que le ataca como individuo. No es esa la intención de quien escribe. Le animo a hacer un ejercicio de introspección profunda, y si es posible sin necesidad de expresarla (acto habitualmente muy masculino). Estoy seguro de que muchos de los que lo hagan verán que probablemente sean una víctima más al servicio de los intereses hegemónicos, como también lo soy yo. La masculinidad, el género masculino, tal y como lo entendemos hoy en día es contrario a la vida y la felicidad. Nos duela o no reconocerlo.
En mi opinión hablar de nuevas masculinidades es, en cierta manera, negar que ese constructo llamado hombre, ejerce, con inagotable, demoledora y cruel energía, unos privilegios que le otorgan ventaja con muchos de sus semejantes. Es un espejismo pensar que el hombre va a abandonar esa posición voluntariamente. Para subsanar esa desigualdad intencionada y planificada, ese hombre debe ceder espacio a las personas no hombres; debe desinstalarse de su centro y compartir; debemos sacarlo si es preciso; debe abandonar su privilegio, o sea, debe dejar de ejercer su masculinidad; asumir que él no es el universo completo. ni desocupar el espacio público en modo invasivo ya sea de forma física o simbólica; interiorizar que las relaciones no tienen por qué ser verticales; que las decisiones se pueden tomar escuchando, intentando comprender lo que “el otro” o “la otra” necesita, siente. La verdadera nueva masculinidad, debe coger el camino de la desaparición.
Los cuerpos llamados hombres que creamos en la igualdad y en la justicia social, debemos deconstruirnos. Repensarnos. Deshacer el camino andado. Con la granítica base construida con siglos de opresión sistémica no podemos construir algo nuevo. Como dice la misma entrevista a José Ignacio Pichardo, la existencia de minorías de hombres que se cuestionan su rol, no impide que la injusticia derivada del género siga matando, maltratando, produciendo dolor y muerte a gran escala. Hoy mucho más que en cualquier otra etapa de la historia. La tierra en la que plantemos nuestra “nueva” identidad debe ser permeable, esponjosa, abierta a la vida. Nuestra base tiene que ser la antítesis del monte rocoso de la masculinidad hegemónica. El camino opuesto ya sabemos a dónde nos lleva.
La otra cara de este debate es asignarnos a los y las que nos cuestionamos la opresión de género (eufemismo para decir de la masculinidad hegemónica), la idea que queremos hacer desaparecer a los hombres de la faz del planeta. Esta falacia facilona se puede equiparar a si lo aplicásemos a quienes, siendo esclavos y sin conocer otra realidad, se alzaron contra esa opresión, buscando justicia y aventurándose a construir un mundo mejor. El que les escribe se siente hombre CIS, pero intenta mirarse críticamente para (re)construirse en la medida de sus capacidades. Los que le quitamos la máscara a la masculinidad hegemónica estamos creando la posibilidad que surjan identidades que puedan ejercer otro tipo de relaciones, basadas en otros principios y valores. Querer acabar con alguien (un colectivo) además de una atrocidad, es una forma de pensar muy masculina. Nada más lejos de lo que uno anhela. Queda dicho.
El monstruo de la homosexualidad para la hegemonía heterosexual.
No hay situación que produzca más vértigo a la masculinidad, que reitero que es hegemónica, que la existencia del activismo de la disidencia sexogenérica. Los que estamos en ese terreno lo sabemos y en algunos casos, como es el mío, sabemos que eso tiene costes personales, laborales, familiares, profesionales, económicos y políticos. Los asumimos, pero no deja de escocer la herida cuando el frio cuchillo separa las carnes. No somos insensibles. Hemos tenido que aprender en base a las discriminaciones a ser resistentes y resilientes.
Antes de la aparición de los activismos, antes de Stonewall Inn, la revuelta de las travestis y transexuales racializadas, negras y latinas a la represión policial sistemática en la Nueva York de 1969; o antes de la marcha pro derechos LGTB en Barcelona en 1977 impulsada entre otras por una mujer transexual gitana, la tía Miryam Amaya; la hegemonía heterosexual tenía arrinconada a las disidencias sexogenéricas, con la ayuda inestimable de las grandes religiones monoteístas que, a lo largo de su sangrienta historia habían encontrado en la represión de todo lo relacionado con el sexo (el deseo) a uno de sus principales instrumentos de control de las masas que pretendían guiar.
La reivindicación del “derecho al propio cuerpo”, probablemente sin intencionalidad, se convirtió de hecho en una idea que propició un importante cambio social. Se transformó en una idea revolucionaria de facto. De esa convulsión social surgieron palabras nuevas que parecían cuchillos peligrosos para el sistema: visibilidad, salir del armario, orgullo. Este episodio histórico y sus consecuencias (movimiento LGTBIQ+, como el más destacado) se establece como uno de los más grandes cuestionamientos que ha sufrido el sistema de la masculinidad hegemónica y el heteropatriarcado en la historia reciente de la humanidad.
A pesar de que de eso hace ya más de medio siglo, la idea de la homosexualidad sigue siendo tortuosa para la masculinidad hegemónica. Se siguen sintiendo en peligro. La proximidad de ésta les autocuestiona y les bloquea. Me asombra la tremenda debilidad que demuestran, detrás de caras pintadas de guerreros iracundos se esconden rostros de niños asustados que no saben cómo actuar ante algo tan intrínsicamente humano como es la diversidad, alguien diferente a ti.
Levando esto a lo que nos ocupa, no puedo calificar de “nueva”, una masculinidad que no se coloque en clara alianza con la disidencia sexogenérica y por supuesto de las luchas feministas y antirracistas. Independientemente de su opción sexual personal, ¿que tendría de “nuevo” un hombre que se reafirme en sus posiciones homófobas tan arraigadas en nuestra heterohistoria? Y no me estoy refiriendo a entelequias. Una masculinidad que pueda llamarse “nueva” debe plantearse que su propia madre pueda decidir manifestar su lesbianismo a la edad que ella desee, o que su hijo de pocos meses tal vez pueda manifestarle más adelante que es una niña transexual, o que su jefe, o el líder de la asociación a la que pertenece pueda ser gay y venir con su pareja de la mano a la reunión y un larguísimo etcétera. Una masculinidad que pueda llamarse “nueva” debería significar que se medite sobre cuál va a ser su posición, no solo estética, sino profunda ante esos hechos. Cambiemos el mundo desde lo pequeño, desde lo que nos rodea. La disidencia sexogenérica es una aliada de facto de quienes quieren deconstruir la masculinidad hegemónica. No hay duda en ello. Los que quieran estar en este lado, no basta con que asuman labores del hogar deben, a mi entender, explicitar su apoyo personal a los derechos de la disidencia sexogenérica si no quieren ser parte del problema que quieren afrontar.
Pichardo nos sigue diciendo: “El concepto de nueva masculinidad tiene que ver con el deseo de muchos varones de crear y vivir en una sociedad igualitaria. Ellos piensan que otras formas de ser hombre son necesarias y, para ello, saben que tienen que cambiar determinados elementos de la masculinidad tradicional. Algunos lo buscan a nivel individual o en pequeños grupos, pero todavía tenemos que conseguir que estas experiencias emergentes cristalicen en modelos reconocibles”. No puedo estar más de acuerdo. Las mujeres han dado el paso. Los feminismos han emergido con fuerza y para quedarse. ¿Qué vamos a hacer los que nos identificamos como hombres?, ¿Cuál es nuestro rol? Hasta la fecha constato que estamos muy desorientados y aturdidos. Los que son heterosexuales quizás desorientados al observar a sus compañeras sexuales claman por la igualdad y se organizan para ello. Los que somos gais (no me gusta este término que suele ser payos con muchos “jurdós” y yo ni soy gache ni tengo de eso), no estamos desarrollado estrategias que acompañen a los feminismos en su voluntad transformadora, como si hicimos en nuestro pasado. Los hombres, heteros, transexuales, intersexuales o gais, debemos hacer nuestra parte que, por supuesto, no es quitarle el rol protagonista a las propias mujeres en su proceso emancipatorio, si no algo que vaya en el camino de mirarnos hacia adentro y crear nuevas bases: la tierra fértil en el que plantar nuestras, esas si, “nuevas” identidades.
La intersección entre la masculinidad hegemónica y el antigitanismo.
Los hombres gitanos no estamos al margen de este debate. Al contrario, estamos inmersos en él. Como Pueblo que ha sido y es víctima de una feroz discriminación estructural, el eje de opresión proveniente de heteropatriarcado intersecciona con el del antigitanismo produciendo mayor cantidad de consecuencias negativas entre los nuestros. Por otra parte, el auge de los feminismos gitanos ha puesto encima de la mesa, de manera más o menos explícita, la necesidad de cuestionar los roles de los hombres gitanos si queremos avanzar hacia un futuro del Pueblo Gitano en el que prevalezca la igualdad y la libertad.
El racismo estructural construye la alteridad (los diferentes) como negación de lo que la hegemonía quiere para sí mismo en un contexto histórico determinado. Proyectan valores negativos sobre nuestra identidad, arraigados en (medias)verdades o en mitos, para reafirmar su supuesta superioridad moral o ética. Este mecanismo cruel que ha marcado la vida de generaciones de gitanas y gitanos actúa con especial crudeza en cuanto al eje de género.
Como evidencian algunos estudios recientes, en los que he tenido el honor de participar desde el grupo de expertos asesor, los hombres gitanos tienen una posición prácticamente idéntica ante la violencia de género que el resto de la ciudadanía, pero el prejuicio antigitano hace que se nos señale como un pueblo más machista, homófobo y socialmente atrasado. La labor de los activistas y de las organizaciones no es otra que la de desmontar esos prejuicios y denunciar los abusos que cotidianamente sufre nuestra gente, ante la insultante pasividad de las administraciones públicas, como hemos visto hace unas semanas el Peal de Becerro (Jaén).
Pero dicho todo esto, ¿toda esta situación nos esgrime de encontrar la manera gitana de deconstruir las masculinidades hegemónicas? En mi opinión la respuesta es un no contundente.
Nuestro Pueblo, atacado de mil maneras a lo largo de los siglos, ha encontrado formas de sobrevivir como identidad. En las últimas décadas esto se puede constatar de manera clara con la implantación más o menos generalizada en España de una opción religiosa estableciéndose como un mecanismo más de resistencia identitaria y de contención de la segregación social y política que se nos ha impuesto. Esta opción religiosa que adoptan muchas personas gitanas en España, haciendo uso de una manera absolutamente lícita de los derechos religiosos que nos asisten en tanto que ciudadanos de este país, en algunas ocasiones está influenciado en la reafirmación de preceptos de una masculinidad tradicional, inmovilista y negadora de los avances sociales y civiles acaecidos en la sociedad, que chocan de manera frontal con los discursos sobre masculinidades con modelos más horizontales, que fomentan valores de igualdad de trato y de cuestionamiento de los roles establecidos. No sería honesto si no reconociera que este conflicto existe y que nos lo encontramos en el día a día de nuestras comunidades.
A pesar de eso, me quiero centrar en aspectos, que teniendo menor alcance me parecen muy ilustrativos de que camino debemos adoptar, en mi opinión, para producir el cambio social deseable. Como he argumentado se trata de transformar desde los pequeño e inmediato a lo sistémico.
Una transformación en círculos concéntricos. Empecemos por el más pequeño y cercano.
Dado que este escrito se redacta con motivo de un encuentro asociativo gitano y progitano, quiero empezar por describir ámbitos en los que actuar en ese campo ya que hay mucho “terreno de mejora”. Se trata de situaciones relacionadas con la sociedad civil gitana y su actividad.
En mi opinión, no podemos estructurar un activismo gitano que de facto no deje espacio para la vida personal, familiar y los cuidados. Los gitanos (hombres) que estén por este cambio deben plantarse y decir públicamente que no es tiempo de reuniones a las 11 de la noche, o que deben acompañar a su hija al colegio por la mañana, por ejemplo. Este tipo de afirmaciones deben escucharse de voces de hombres gitanos para que actúen de manera pedagógica y referencial en el conjunto del activismo. Es evidente que si el activismo es reproductor de los efectos de los privilegios masculinos pierde legitimidad.
Tampoco va en la buena línea establecer grupos de aplicaciones de mensajería instantánea, por ejemplo, en los que los hombres gitanos, muchos de ellos mayores, como si estuvieran en una situación de reunión permanente desde la mañana a la noche, facilitado sin lugar a duda porque tienen a mujeres que se encargan de todas las tareas domésticas y familiares, se deleiten a sí mismos dejando mensajes de audio de 5 minutos cada uno, armando discusiones interminables, poco empáticas y con demasiada presencia de egos sobredimensionados. Las mujeres y otros hombres debemos ocupar nuestro tiempo en otros quehaceres y no podemos (ni queremos) estar escuchando siempre a las mismas personas, reiterándose durante horas. El activismo es una acción colectiva que implica abrir espacios de participación, no coparlos. Es de sabios, virtud que hemos atribuido a muchos de nuestros mayores, saber escuchar y entre todos y todas deberemos encontrar la manera de moderar este tipo de grupos y hacer compatible el respeto a las personas mayores que atesoramos como Pueblo con el control de dinámicas gerontocráticas, que están imposibilitando el necesario y lógico cambio generacional y que instaladas en determinados sectores del activismo gitano en España, fundamentalmente en el asociacionismo institucional. No cabe duda de que esta situación descrita tiene relación directa con las masculinidades hegemónicas en nuestra sociedad y su inagotable necesidad de expandirse y demostrar permanentemente su liderazgo machista, autártico y demostrando sin pudor su fobia a la democracia y a la participación.
Por otra parte, las mujeres, las jóvenes y las niñas gitanas deben tener mayor protagonismo en la vida social y política en nuestras comunidades, y para ello será necesario abrir las puertas a su participación efectiva, respetando sus propias formas de organización y blindando la no injerencia masculina en su vida asociativa. Los hombres gitanos (padres, hermanos, hijos, sobrinos y tíos) deberían se acicates de esa participación y garantes del respeto que esta parte importantísima de nuestro Pueblo se merece. Sin duda podrían ejercer el valor referencial asumiendo tareas domésticas mientras las mujeres hacen vida asociativa.
Especial atención me merece un aspecto que creo de especial transcendencia. Deberíamos trabajar formas de mitigar la competitividad nociva y tóxica entre los hombres gitanos instalada en ciertos sectores de nuestras comunidades. Este aspecto especialmente presente en la masculinidad hegemónica general tiene consecuencias negativas en el terreno de la convivencia, la armonía y en la gestión de los conflictos de intereses existentes entre hombres gitanos. Las organizaciones gitanas deberían abandonar las dinámicas y proyectos asistencialistas, que tanto daño ha hecho a nuestro Pueblo, y trabajar aspectos como este y otros de esta índole (por ejemplo: resolución comunitaria de conflictos, violencia de género, promoción escucha activa, etc.) y hacerlo con periodos de actuación a medio y largo plazo, evaluando el impacto que se consiga, con la implicación también de la academia y de expertos y expertas a poder ser que sean pertenecientes al Pueblo Gitano.
Punto de encuentro. Demos salida a la esperanza.
La deconstrucción de la masculinidad hegemónica es uno de los más grandes y complejos retos que vivimos como civilización, junto con los efectos devastadores del cambio climático. Ese cambio, si se produce, no puede volver a dejar fuera a los racializados y a las personas disidentes. Los hombres que mandan, a cualquier nivel, deben abandonar esa posición para compartirla con los demás. El sistema jerárquico de género, de clase y de raza se está demostrando antagónico al mantenimiento de la vida, es ineficaz, injusto e insostenible.
Estos son caminos intransitados, debemos de reconocerlo y asumir la complejidad que eso conlleva. Armémonos de paciencia, y démonos espacio para equivocarnos y rectificar, pero empecemos ya. Soltemos amarras y hagámoslo con calma y sosiego, pero con la determinación que nos mostraron nuestros ancestros.
Los cuerpos autodenominados hombres y los que no lo son, pueden llegar a ser hermanos y hermanas. No utilicemos la imposición entre nosotros y nosotras. Encontremos la manera de dejar a nuestras hijas y nietas un futuro gitano lleno de salud y libertad, como nuestro saludo. Convirtamos a la equidad en nuestra bandera. Encontremos el punto de encuentro que nuestros ancestros hallaron para conseguir sobrevivir.
Hagamos lo que hagamos, no olvidemos que la libertad si es para unos cuantos, no para todos y todas, en realidad se trata de un privilegio.
¡ Sastipen thaj Mestipen ¡
¡ Salud y Libertad ¡
Madrid, a 2 de agosto de 2022 (Día de la Conmemoración de la Samuradipen/Porrajmos 2022)
[2] Expresión que pone en entredicho la división binaria de los sexos, y por supuesto de los géneros. Una de las más grandes falacias hechas verdades sistémicas y asumidas por “casi” todos y todas. Algunas civilizaciones antiguas respetaban las diferentes expresiones sexuales que los cuerpos manifestaban. En esta civilización las personas Intersexuales, por ejemplo, son consideradas anomalías por la jerarquía médica en lugar de ser la constatación de que no existen solo dos sexos y dos géneros.
El nuevo director de Justicia i Pau galopa en su discurso interseccional, eco-feminista y pro “todos” los Derechos Humanos
Cuando nos planteamos entrevistar a Miquel Torres sabíamos que aparecerían conceptos con los que no estamos habituadas a tratar desde un medio LGTBIQ, pero atendiendo a la trayectoria del recientemente designado director de Justicia i Pau sería inevitable abordarlos. Predispuestas a convivir con esa incomodidad nuestra intención inicial es que salieran reflexiones que pusieran encima de la mesa enfoques de la actualidad desde un punto de vista diferente. Aparcamos los apriorismos (y algún dogmatismo también, lo confesamos) y nos predisponemos a entrelazar un diálogo con este excelente conversador. Conocernos de hace años nos da esa ventaja. Sabemos a lo que vamos.
Los últimos coletazos de la pandemia hacen que nuestro encuentro sea a través de las pantallas de nuestros ordenadores. Esto provoca que la comunicación se convierta en algo siempre frío, pero en el caso de Miquel esa sensación se acrecienta. Son muchas las reuniones compartidas en años de activismo gitano y de la disidencia sexogenérica. Antes de entrar en materia, como de costumbre una buena dosis de risas, ironías y mofas que nos relajan y nos hacen olvidar la distancia. Después de la última broma, nos proponemos empezar la entrevista con el rigor y la seriedad que requiere.
Miquel, primero nos gustaría que nos hablaras de ti. ¿Quién es Miquel Torres? ¿Cómo te definirías identitariamente?
Si te soy sincero yo me siento en tierra de nadie identitariamente: Para los payos siempre he sido el gitano gracioso, que sabe hacer cosas y que comunica bien, en cambio, para muchos gitanos he sido un poco “apayao” ya que no represento el prototipo de gitanidad que todavía muchas personas romaníes tienen en sus cabezas sobre si mismos. Yo he tomado consciencia que estoy en la frontera de lo identitario y he hecho de esa posición mi punto de anclaje. Ser una persona de frontera significa que no tengo tierra, no tengo lengua y no tengo país, pero justamente eso me da una dimensión universal. Esa universalidad es la que conecta con lo trascendente, con lo que podríamos llamar espiritual. Dicho de otra manera, esa forma de desposesión me hace conectar como parte del mundo, especialmente con quien más sufre, con el mundo más doliente, más sufriente, diríamos los cristianos.
Me viene a la mente ahora mismo el papel de las y los mártires. Se cree que los mártires son quienes fueron asesinados por su fe religiosa. En cambio, el vocablo viene del término del griego antiguo “Martiría” que significa el que denuncia lo que no funciona. O sea, es quien ha tenido los ovarios de plantarse y por eso precisamente le han matado. Esta es la razón por la que las que hemos tenido que luchar nuestra propia construcción personal nos convirtamos en las mártires modernas por denunciar lo que no funciona en lo establecido y en lo normativo.
Me llama la atención esa referencia que haces a la falta de empatía ¿crees que las “gentes de frontera” podéis contribuir a incrementar esa empatía?
Por supuesto que sí, pero lo que pasa es que debemos practicarlas. No con tenerlas basta. Primero debemos ser conscientes que debemos alejarnos de cualquier privilegio que podamos ostentar. Ser alguien de frontera te impone autocuestionarte y revisarte. Esto es muy importante porque si no puede “confundirte”. Por ejemplo, las décadas de activismo que muchas ya tenemos nos asignan un cierto estatus, un nivel de relación, una aparición en medios, una relevancia. Hay que estar vigilantes ante eso. Hemos nacido sin voz y hemos conseguido tenerla porque nos la hemos currado. Si esa voz no se transforma en un instrumento para muchas causas, se convertirá en una herramienta del egoísmo y la mentira.
Es muy fácil caer en que “te creas que te escuchan”, pero lo cierto es que eso suele ser un espejismo y en realidad no te escucha “naide” (reímos a carcajadas las dos poniendo bastantes caras a esa frase lapidaria pronunciada con deje suburbial). No debemos perder la vocación primera. Yo me siento con esa obligación vocacional y profética. En ese momento Miquel esboza una sonrisa irónica de quien sabe que está utilizando un tipo de lenguaje explícitamente cristiano.
Háblanos un poco de la entidad y su vinculación con la Iglesia Católica. No pretendemos esconder que habitualmente los grupos de defensa de los derechos de las disidencias sexuales y de género y los espacios espirituales están en controversia.
Justicia i Pau Barcelona, desde la llegada de Arcadi Oliveras a la presidencia, cambia la dirección de su mirada de manera significativa. Es cierto que somos una organización de raíz cristiana y nos sentimos gente de Iglesia, pero no hablamos en su nombre ni lo hacemos, por supuesto, en nombre de ningún jerarca. Además, no somos una única voz. Si quieres somos unas voces diversas de un cristianismo más trasgresor. Denunciamos para transformar un mundo que es injusto. Esto fue y es un planteamiento con mucha fuerza y potencia.
Desarrollamos 4 ejes de actuación. Los dos primeros están completamente enraizados en la misión y en la visión de la entidad: La defensa de “todos” los Derechos Humanos y la promoción de la cultura de la paz y la reconciliación. De ahí surgen dos ejes más que también tienen un potencial transformador importante: la justicia restaurativa en prisiones desde un enfoque de rehumanización de las personas privadas de libertad y por último el eje de ecología y justicia social. De este último eje, nosotras vinculamos la crisis climática con las consecuencias de las sucesivas crisis sociales. En este sentido las cristianas tenemos la gran suerte de contar con el Papa Francisco que ha supuesto “Agua de Mayo” ya que no proviene del privilegio blanco europeo y su condición de jesuita y latinoamericano le vinculan a una forma de practicar el evangelio ligado a las necesidades y sufrimiento de la gente. Su discurso esta siendo muy transformador cuando nos dice que no es tan importante ir a misa comparativamente con encontrar en el más sufriente, en el migrante o en el gitano del mercadillo al verdadero Jesús. Es verdadera teología de la liberación, pero nada más y nada menos que dicha desde el Vaticano. Eso es lo que está molestando a ciertos obispos, diócesis, y a parte de la curia. Justicia i Pau de Barcelona entiende que este mensaje es completamente actual y que hay que ayudar a desarrollarlo. Desde ese punto de partida compartimos el discurso que asegura que seas hétero, gay, trans, queer o cis todas pertenecemos a un mismo ecosistema llamado humanidad. Nos sentimos obligadas a trabajar contra el cambio climático, la justicia social, la economía circular y solidaria, la banca ética, contra cualquier privilegio, contra la guerra, contra la monarquía, etc.
En esa línea actuamos en pro de la defensa de los “todos” los Derechos Humanos enviando “mensajes que molestan” a los diferentes gobiernos que tienen responsabilidades sobre pueblos indígenas, afrodescendientes, del Pueblo Gitano, entre otros, o de colectivos como el LGTBIQ o las víctimas de las violencias machistas, para que esos derechos que son sistemáticamente vulnerados deben ser respetados y reparados. Sin duda queremos “aprender” a tener esa mirada interseccional, siempre desde nuestra propia particularidad.
Siguiendo el hilo de esta última respuesta, desde tu nombramiento como director se ha destacado tu visión interseccional. ¿Que significa para ti una visión interseccional de la defensa de los Derechos Humanos?
Desde mi punto de vista yo no puedo interpretar una vulneración de los Derechos Humanos sin contemplar el prisma de la intersección. Hay que abandonar la comodidad de interpretar la realidad solo desde lo que a mi mismo me atraviesa para afrontar los retos de la diversidad. Como gitano, cristiano y gay se en primera persona que este aspecto es fundamental si queremos conseguir los objetivos que nos proponemos.
Es cierto que este elemento nos supone un “trabajón” impresionante. No estamos preparadas para eso y tampoco estamos educadas para afrontar este tipo de retos. Tendremos que transformarnos necesariamente. Este no es un tema prescindible. La visión y la acción interseccional es un compromiso ineludible, desde lo personal hasta lo colectivo.
Tras esta primera parte más conceptual nos gustaría ahondar en aspectos concretos para conocer tu opinión. Para un cristiano gay y gitano como tu, ¿cual es el estado de la Defensa de los Derechos Humanos en la Catalunya de 2022?
Estamos viviendo una verdadera tragedia desde el punto de vista de la defensa de los Derechos Humanos. Constatamos que se redactan leyes y se designan instituciones en pro de los Derechos Humanos, junto con un movimiento social cada vez más amplio y diverso en este campo, pero el auge de los discursos de odio en las redes sociales y en los medios de comunicación o en declaraciones de responsables políticos, que parecen más comentarios de tabernas, incitan y promueven estereotipos y mitos contra determinados colectivos de seres humanos. Este ruido constante silencia el inmenso trabajo que realizamos la sociedad civil en la defensa de los Derechos Humanos, que por definición siempre es un tipo de actividad más discreta, sosegada y desde la corta distancia con las personas afectadas y sus entornos.
Nos preocupa, por ejemplo, el “asco” a la pobreza que se está instalando en la sociedad mayoritaria, o el odio hacia las minorías étnicas, como el Pueblo Gitano y la violencia contra las mujeres o las personas que salen de la normatividad por su opción sexual o de género. Se están instalando en la opinión pública de manera muy generalizada ideas que consideramos muy peligrosas. Como sociedad cada vez nos olvidamos más que estas personas tienen familias, seres queridos, de que tienen sentimientos y sueños. Nos olvidamos de que son personas y que como tal tienen derechos.
Desafortunadamente nos hemos focalizado en lo institucional, pero estamos retrocediendo en la batalla de las ideas de buena parte de nuestra conciudadanía. Y como siempre los gobiernos no concretan partidas presupuestarias suficientemente dimensionadas para trabajar este terrible fenómeno.
Ante esta situación que defines ¿Crees que las organizaciones religiosas tienen un papel en la defensa de los derechos de la disidencia sexual y de género?
Mi elección como director es una señal, ni más, pero tampoco ni menos. Es un gesto de acercamiento a realidades que injusticia y sufrimiento, como lo son el colectivo LGTBIQ y el Pueblo Gitano a las que las cristianas de base deben acercarse para entrelazar luchas y conocimientos.
Desde nuestra mirada como cristianas, creo que el rol que nos corresponde tiene que ver con el concepto de “misericordia”. Se trata de ponerte en los zapatos de quien sufre. Entender su posición, sus sufrimientos, sus motivaciones y aspiraciones. Se trata de poder darnos la mano, entender nuestras diferencias como un valor positivo entre nosotras y luchas juntas. Acompañarnos en nuestro camino.
En nuestra voluntad está actualizar nuestras formas y conocimientos para provocar el encuentro con otros colectivos con los que no hemos trabajado aún. Se trata de conocernos más, establecer dinámicas de aprendizaje, colaboración y apoyo mutuo. Nuestra intención es acompañar, sin suplantar, luchas que confluyan en la defensa de los Derechos Humanos. Sin suda, Justicia i Pau no puede permitirse dejar de lado un colectivo tan importante como el LGTBIQ. Nos sentimos interpeladas a que eso no sea así desde ya.
Nuestra posición dentro de la Iglesia Católica, con voz propia, crítica y trasgresora no solo debe intentar provocar debates en torno a los innegables derechos de las personas LGTBIQ si no sobre otras muchas situaciones que incluso puedan contraponerse con nuestros propios conceptos morales. Cabe decir que estamos en un proceso de reflexión en el que vamos a validar un plan estratégico de la entidad que incluya, entre otras cosas, transformar nuestra entidad para que pase de ser femenina (por composición) a eco-feminista. Estos son debates de mucho calado y que necesitan tiempo y procesos de escucha y desarrollo de empatía por lo que probablemente implicará un cambio en nuestro enfoque. La ecología y el feminismo deben formar parte del ideario que promueva Justicia i Pau para que vuelva a jugar el papel fundamental dentro de la sociedad civil catalana, como el que desarrolló años atrás.
Por último, todos los expertos nos alertan de que el racismo tiene nefastas consecuencias para millones de personas. ¿Esta podría ser una de las principales fuentes de vulneración de los Derechos Humanos en la actualidad?
Sin duda el racismo es uno de los ejes que provoca mucho dolor e injusticia en el mundo actual. En este sentido vamos a incluir un plan de interculturalidad que aborde desde como redactamos nuestros documentos a como desarrollamos proyectos de cooperación con países de Latinoamérica, por ejemplo.
Para ello será necesario deconstruirnos y abandonar la “blanquitud” en la que probablemente hayamos podido estar instaladas. Identificar la fuente de como se articula el privilegio étnico debe suponer un cambio de pensamiento y de acción.
Si hablamos más específicamente de antigitanismo, desde mi punto de vista, su combate no está asumido por la sociedad civil catalana, ni siquiera por una minoría cualificada. Llevamos más de 600 años aquí y hemos contribuido indudablemente al acerbo cultural catalán, pero no tenemos el reconocimiento de ello. No hemos sido un pueblo escuchado y tratado con equidad. Siguen existiendo situaciones de discriminación en el ámbito del trabajo, o del acceso al mercado de vivienda solo por el hecho de ser o parecer gitano, por tus apellidos, por tu color de piel. En realidad, hay mucha hipocresía en todo esto. La sociedad catalana tiene una cuenta pendiente con el Pueblo Gitano.
Hemos visto como ha habido una fuerte inversión social con el Pueblo Gitano desde la transición democrática a nuestros días, pero desde los preceptos de la integración que, indudablemente atendiendo a los datos de decenas de informes y estudios, no ha provocado los cambios necesarios, estableciéndose como la herramienta idónea de la asimilación de todo un Pueblo que mantiene una actitud de resistencia y una clara voluntad de ser y de permanecer a pesar de que eso suponga estar en inferioridad de oportunidades.
Debo decir que tengo mucha esperanza en las mujeres gitanas jóvenes. Son la luz del Pueblo Gitano y la salida a la situación de ostracismo que se vive en la actualidad, sin perder la identidad, pero incorporando nuevos valores llenos de dignidad. El auge del feminismo romaní y de los activismos de la disidencia sexual y de género, el combate contra la emergencia climática y contra el antigitanismo son algunas de las ideas que, con voces diversas, las mujeres gitanas jóvenes están incorporando entre ellas y al conjunto del Pueblo Gitano.
Con ese desiderátum acabamos la entrevista entre besos “virtuales” y abrazos “gestuales” y emplazándonos a volvernos a ver pronto. Miquel luce una amplia sonrisa para despedirse llena de ternura y calidez. Sus palabras llenas de intención llenan mi mente durante horas. Que su energía perdure para cambiar su mundo y el de todas.
¿Qué es la masculinidad? ¿Podemos hablar de masculinidad sin hablar de violencia?
Los feminismos apuntan problemáticas sociales que nos afectan a todas, a todes y a todos. Los varones ya no pueden pasar de largo, hay que cuestionarse. Cuatro varones, desde Brasil, Guatemala, Chile y Cataluña (España), surfean la masculinidad desde sus perspectivas personales. De cómo se reflexionan, se desaprenden y se reinventan. Negli, Gabriel, Seba e Iñaki. Varones críticos, exigentes con la justicia social, activistas.
La comunidad rom, gitana o zíngara conmemoró, el pasado 16 de mayo, el Día de la Resistencia del Pueblo Romaní en recuerdo del levantamiento armado que protagonizaron contra el intento de exterminio llevado a cabo por los nazis alemanes y austríacos durante la Segunda Guerra Mundial.
Con el creciente murmullo de los discursos de odio y de expresiones políticas explícitamente racistas, las y los gitanos, como las personas migrantes y otras minorías, son el enemigo de las nuevas-viejas derechas.
Se calcula que les gitanes comenzaron a rodar en sus carretas desde la India en algún momento entre el siglo VI y el XI. Concibieron el mundo como patria y al otro -cualquiera fuere- como compatriota, y desde entonces han sido objeto de persecuciones, exilios, marginación y pobreza estructural, además de severos intentos de exterminio y discriminaciones que duran hasta hoy.
Sobre la resistencia del pueblo romaní, sus resiliencias, sus diversidades y perspectivas, La tinta dialogó con el activista gitano LGTBIQ+, Iñaki Vázquez Arencón, del colectivo La Fragua Projects.
En primer lugar, me gustaría conocer un poco tu trayectoria, ¿cómo y desde cuando abrazas tu identidad gitana y la conviertes en un espacio de militancia y lucha?
Desde siempre, en mi familia, abrazamos nuestra identidad con mucho orgullo y pasión. De hecho, mis padres emigraron en su momento a Alemania y luego regresaron a España, aunque no a su Extremadura de origen, sino que se instalaron en Cataluña. Eso hizo que los lazos familiares estuvieran muy lejos, había mucha distancia entre cada lugar y eso fue generando un relato casi mitificado sobre nuestro andar.
Por otro lado, yo comencé en el activismo gitano también fruto de mis otros intereses sociales, sindicales, ecologistas, políticos y especialmente en el colectivo LGTBIQ+. En 2005, fui portavoz de una de las organizaciones LGTB+ de Tarragona, llamada H2O. Aunque mi actividad en pro de la comunidad gitana comenzó hace 25 años, esta era, de alguna manera, una militancia tangencial que, al final, se intersectó con mis otros intereses.
A propósito de la efemérides del 16 de mayo, el Día de la Resistencia es relativamente desconocido o poco respaldado por las instituciones no gitanas, ¿a qué se debe? ¿Qué podés contar sobre el episodio que se conmemora?
Es cierto que el Día de la Resistencia Gitana es desconocido todavía comparado con el 8 de abril, fecha en que se conmemora el primer Congreso Internacional Gitano. Sin embargo, en la última década, estamos viendo cómo el esfuerzo que hacemos por poner en el calendario nuestras fechas más señaladas comienza a dar sus frutos.
El día de la Resistencia Romaní conmemora la jornada en que resistimos como pueblo frente a los escuadrones de la muerte de las SS. En aquel momento, como los gitanos presentaban mucha resistencia, decidieron encerrar a todas las familias en el mismo pabellón, concretamente, el número 13 de Auschwitz-Birkenau. El 16 de mayo de 1944, estaba dispuesto que murieran todos en las cámaras de gas. Algunos gitanos se enteraron, se armaron con palos y piedras, y se enfrentaron a sus verdugos. Es importante mencionar que ese levantamiento evitó que fueran asesinados en el momento, aunque finalmente serían gaseados dos meses después, en lo que se conoce en el mundo gitano como Porrajmos “Devoración” o Samudaripen.
La fecha tiene una especial relevancia porque evidencia por qué el pueblo gitano sigue vivo. Es un pueblo fuerte, resistente y resiliente. Ese es el día de nuestros héroes y por eso, desde La Fragua Projects, creemos que es el día más importante del calendario del pueblo gitano.
Vivimos un momento de ascenso de los discursos de odio y de la extrema derecha. ¿Qué significación tiene hoy el 16 de mayo a la luz de estos fenómenos? ¿Qué te pasa a vos como gitano español cuando escuchás las opiniones de Vox en el parlamento?
Nos parece profundamente peligroso. Nosotros hemos vivido en propia carne las consecuencias de lo que pasa cuando la extrema derecha llega al poder. Hemos compartido las cámaras de gas con el pueblo judío, con la comunidad LGTBIQ+ y con otras minorías perseguidas.
El discurso de Vox es profundamente racista, aunque hay que señalar que tienen una táctica discursiva particular con respecto a los gitanos: se cuidan especialmente de desarrollar posturas específicamente antigitanas, porque, en su “ideario”, los gitanos somos españoles y ellos defienden esta concepción rancia de la españolidad como un todo.
A pesar de esta pirueta discursiva, no nos dejamos confundir y detectamos que el fascismo está ganando terreno en toda Europa e inoculando el odio hacia cualquiera que sea diferente. Si bien Vox no apunta directamente contra los gitanos que tenemos nacionalidad española, sí es muy beligerante con nuestros hermanos rumanos, búlgaros o ucranianos donde la comunidad gitana es víctima de esta mirada racista y fascista.
Aprovecho la mención a Ucrania para señalar que, desde La Fragua Projects, venimos haciendo continuos llamamientos a la Unión Europea para que garantice los derechos humanos también para la comunidad gitana ucraniana, que arrastra años de discriminación desde antes de la guerra.
Fuiste portavoz de la asociación LGTBIQ+ “H2O”. ¿Existen colectivos de la diversidad sexual y de género dentro del mundo gitano? ¿Hay doble discriminación contra les romaníes que, además, son parte del colectivo LGBTIQ+?
Por un lado, hay que decir que las categorías LGTBIQ+ nos incomodan un poco. Creemos que son conceptos blancos, que de alguna manera tienen una relación compleja con la comunidad gitana. Como personas racializadas, preferimos utilizar el término disidencia sexual y de género.
A lo largo de la historia, han habido muchos referentes de la comunidad gitana que se identificaron e identifican con la diversidad sexual y de género. De hecho, una de las organizadoras de la primera Marcha del Orgullo de Barcelona era una mujer transexual gitana llamada Miryam Amaya. Actualmente, en España, hay varias organizaciones LGTBI+ gitanas como Ververipen, que en romaní quiere decir “diversidad”.
Por otro lado, sí existe esa doble discriminación, que además es transversal y que fundamentalmente viene del conjunto de la sociedad, no necesariamente desde dentro de la comunidad gitana.
Por último, los prejuicios antigitanos sugieren que el mundo romaní está construido alrededor de las figuras masculinas, que es un mundo patriarcal y machista. ¿Qué podés contar sobre los feminismos gitanos?
Como me considero un hombre aliado de la lucha feminista gitana y del feminismo en general, lo primero que te diría es que no me toca a mí hablar de esto. Me interesa estar al lado de sus decisiones y discusiones, pero al lado, no por delante.
Los gitanos vivimos en un mundo machista y masculino en el sentido negativo del término, pero no mucho más del que habita la sociedad en general. Al pueblo gitano, como a todos, nos atraviesan también discriminaciones internas. Obviamente, no las defiendo, pero hay algo de prejuicio en pensar que el patriarcado es especialmente patrimonio gitano.
Quien observa que el pueblo gitano está solamente construido alrededor de las figuras masculinas y patriarcales se está dejando llevar por un prejuicio proyectado desde un lugar de negación de la alteridad y por un profundo desconocimiento del funcionamiento de las familias gitanas.
Es evidente que las sociedades han evolucionado en su opinión sobre los derechos de las mujeres y es saludable, pero, desde este nuevo contexto histórico, se señala a los gitanos y a los colectivos racializados. Hace apenas un siglo, era justamente al revés: se consideraba que los gitanos éramos una suerte de bestias sexuales por nuestra apertura en ese terreno y se nos discriminaba por eso.
Por supuesto, no niego la existencia de dinámicas machistas, pero estas no están en el mundo gitano en mayor cuantía que en cualquier otro ámbito de la sociedad. De hecho, el último estudio de la Fundación Kamira sobre masculinidades hegemónicas en la comunidad gitana indica que la relación de los varones gitanos con la violencia machista es la misma que habita en otras masculinidades no gitanas.
Documento enviado a los miembros de la Subcomisión del Pacto de Estado contra el Antigitanismo y la Inclusión del Pueblo Gitano del Congreso de los Diputados, con motivo de la comparecencia de Iñaki Vázquez Arencón, el 25 de mayo de 2022
Me gustaría poner sobre la mesa es la brecha económica antigitana existente, así como la falta de transparencia en la asignación de fondos europeos.
En el marco europeo de estrategias nacionales de Integración del Pueblo Gitano hasta 2020, la Unión europea diseñó diferentes instrumentos financieros (especialmente los Fondos Estructurales y el Fondo Agrícola de Desarrollo Rural) que sumaban un monto total de 26.500 millones de euros dirigidos a complementar la aportación de los Estados miembro en materia de integración social, donde quedaba incluida la población gitana.
Tal y como recogía la propia estrategia, uno de los pilares fundamentales que la Comisión proponía para garantizar el éxito de las estrategias nacionales, era el establecimiento de un sistema serio de supervisión que incluyera baremos claros dirigidos a determinar si las inversiones económicas realmente llegan a la población gitana. A día de hoy este baremo sigue sin existir.
En este contexto de Fondos Europeos, existe la Red Europea para la Inclusión Social de la Población Gitana en el Marco de los Fondos Estructurales (Red EURoma). En esta Red hay varios países, pero está liderada por España, concretamente por la UAFSE, que es la Unidad Administradora del Fondo Social Europeo (FSE), el Fondo de Ayuda Europea a las Personas más Desfavorecidas (FEAD) y el Fondo Europeo de Adaptación a la Globalización (FEAG). La secretaría técnica de EURoma la ostenta la Fundación Secretariado Gitano (FSG), que como todos ustedes saben es una organización progitana. ¿Saben cuántas organizaciones gitanas españolas forman parte de la red? Cero.
En este sentido, proponemos que se establezca un sistema democrático que permita que esa secretaría técnica vaya rotando por diferentes organizaciones gitanas, ya que esos fondos son para las personas gitanas. Es necesario democratizar este ámbito y poner absoluta transparencia en cómo se asignan esos fondos, a quién, para qué y porqué.
Es un hecho que existe una discriminación antigitana en el acceso a los recursos tanto económicos como materiales. Esta situación se convierte en un círculo vicioso, es un pez que se muerde la cola, de tal manera que las organizaciones no gitanas organizan recursos de millones de euros mientras que las organizaciones gitanas no se acercan ni a un 1% de esa cantidad. Sin embargo, hacemos el mismo trabajo en los barrios, y a veces, permítanme que lo diga señorías, con mejores resultados. Porque no es igual la empatía y la seguridad que las asociaciones gitanas transmiten hacia las personas gitanas en primera persona, exactamente de la misma manera que no es igual la empatía y la seguridad que siente una mujer víctima de violencia que se acerca a una organización feminista donde la atienden mujeres en lugar de varones. Hablamos de que esta discriminación impide a la sociedad civil gitana organizarse por sí misma en igualdad de condiciones.
¿Por qué ocurrirá eso pensarán sus señorías? Pues no tengo respuestas demasiado concretas para ello porque las instituciones, que son realmente las responsables de esta discriminación en la asignación de fondos, no han realizado aún ningún estudio de impacto y sobretodo oficial en este sentido. Sin embargo, puedo darles unos datos:
El Dictamen del Comité de las Regiones sobre la Integración Social y Económica del Pueblo Romaní en Europa emitido tras el 87º pleno del Comité de las Regiones el 1 y 2 de diciembre de 2010, en su punto N.º 13 reconoce que , cito textualmente “no faltan fondos europeos utilizables para el desarrollo de programas de inclusión de los romaníes (…) pero señala que no se aprovechan de manera suficiente y continuada a nivel nacional, regional y local, y que un obstáculo para su utilización es también la escasa implicación de la comunidad romaní en los proyectos, en cierta medida porque no siempre se organiza por sí misma ni es capaz de ser sujeto activo de la sociedad civil”
¿Qué pensaría sus señorías si la Unión Europea les dijera que “existen suficientes fondos para erradicar la violencia machista pero que el problema de que siga existiendo es que las mujeres no aprovechan los fondos porque no se implican, ni están organizadas ni son capaces de ser sujetos activos de la sociedad civil”? Como mínimo sonaría paternalista.
La realidad señorías, es que como habrán podido observar ustedes en el desarrollo de esta subcomisión, la sociedad civil gitana está absolutamente implicada, se organiza por sí misma y es meridianamente capaz de ser sujetos activos de la sociedad civil. Llevamos haciéndolo más de 40 años.
Señorías, en nuestra organización tenemos un dicho: “nada para el Pueblo Gitano sin contar con el Pueblo Gitano”, por eso desde aquí les pedimos que una de las medidas económicas que debe recoger el dictamen de esta Subcomisión es la de realizar un estudio oficial que rinda cuentas sobre la brecha económica antigitana en el acceso a la financiación pública y que diseñe un protocolo de igualdad de trato que incluya una mirada interseccional para impedir la discriminación económica a las organizaciones gitanas.
Pero además la petición de la inclusión de estas medidas, solicitamos algo que mañana mismo los grupos parlamentarios de esta cámara pueden realizar sin problema y es registrar una pregunta dirigida a la UAFSE para que determine de manera desagregada y pormenorizada cuáles han sido los recursos asignados a/para/y mientras se desarrollaba la Estrategia Nacional de Integración del Pueblo Gitano 2012-2020 y las organizaciones e instituciones a las que han sido asignados, y si es posible que se incluyan también los mismos datos desde 2020 a 2022. Mejor aún, solicítenle que lo haga de manera regular siempre.
Autor: Iñaki Vázquez Arencón Motivo: Comparecencia en la Subcomisión del Pacto de Estado contra el Antigitanismo y la Inclusión del Pueblo Gitano en el Congreso de los Diputados el 25 de mayo de 2022.
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