Presentación de La Fragua Projects

Presentación de La Fragua Projects

La Fragua Projects es la primera empresa social que surge en el ámbito gitano español. Sus fundadores son tres destacados activistas romaníes con trayectorias diferentes, que unen su talento y su experiencia en esta iniciativa pionera en nuestro país. Conversamos con Iñaki Vázquez para conocer en qué consiste este proyecto que acaba de ver la luz.

Avanzamos el palmarés de la nueva edición de los Premios de Cultura Gitana 8 de Abril, que otorga anualmente el Instituto de Cultura Gitana.

Reseñamos a exposición La mirada invicta, con pinturas de la artista gitana austríaca Ceija Stojka; la recién publicada biografía del bailaor Eduardo Serrano el Güito, escrita por José Manuel Gamboa, y la gira europea de la mítica Fanfarria Ciocarlia, con conciertos en España incluidos…

En nuestra portada musical, la emocionante nueva canción de José Mercé: “Jamás desaparece lo que nunca parte”.

Fuente: Gitanos RNE-REE

Iñaki Vázquez: “Ser gitano es una posición política y una forma de sentir y de interpretar el mundo”

Iñaki Vázquez: “Ser gitano es una posición política y una forma de sentir y de interpretar el mundo”

Activista gitano y LGTBIQ, Iñaki Vázquez apunta a la necesidad de alianzas entre todas las minorías para enfrentar el racismo político.

Nacido en Reus, el activista gitano Iñaki Vázquez, se trasladó hace seis años a Madrid para ponerse al frente de Khetane. Este catalán, de izquierdas “de cuando no existía Podemos”, activista de la disidencia sexual y de género y combativo, ha peleado casi todas las luchas desde el principio de la democracia.

Dejó el Instituto en Primero de BUP por necesidades familiares y como “constatación de que el sistema educativo fracasa con el Pueblo Gitano”. Aunque retomó posteriormente sus estudios, ya con más de 40 años, realizando un Grado de Educación Social en la UOC (Universitat Oberta de Catalunya), un Máster de Inclusión Social con comunidad gitana en la Universidad Pública de Navarra y cursos y formaciones sobre radicalidad democrática y participación ciudadana.

En 2007 se involucró en la política local de Reus en la candidatura de Iniciativa per Catalunya -Esquerra Unida i Alternativa y, aunque no fue elegido concejal, estuvo implicado en el gobierno local.

Ha participado, además, en dos libros: El libro del buen [a]mor (Ay. de Madrid, 2019), en el que habla de la disidencia de género gitana, y, junto con Celia Montoya, en Antigitanismo 13 miradas (Traficantes de Sueños, 2021), que se centra en el antigitanismo en los medios y las redes sociales.

Vosotras siempre habláis de Pueblo Gitano más que comunidad, como hacemos nosotras, ¿verdad?

Sí, es Pueblo Gitano. Hay una disputa, aunque tampoco hacemos mucha sangre sobre eso, pero recurrentemente está presente la batalla con la nomenclatura: colectivo, unidad, población. Y bueno, el término pueblo tiene un contenido político y nosotros, siempre que podemos, lo utilizamos.

La denominación Pueblo Gitano es una concepción que no sólo la pensamos nosotros. La denominación que se utiliza internacionalmente para mi pueblo (Rroma), en español se confunde con el nombre de la capital italiana, Roma, pero en el resto del mundo no es así. En realidad, Rroma se puede traducir como Pueblo Gitano. Nosotros somos un pueblo muy atípico para la realidad de los estados modernos que salen del colonialismo. Somos un pueblo transnacional, con una identidad nacional, pero sin territorio. Ni lo tenemos, ni lo reclamamos, pero es evidente que después de seis siglos de sufrir antigitanismo y persecución, con todos los episodios de represión continuada que ha habido en la Europa occidental y en todo el mundo, tendríamos que haber desaparecido. El hecho de que sigamos existiendo significa que hay una clara voluntad identitaria por nuestra parte, es una entidad muy consolidada y nadie con un análisis mínimamente serio dudaría que somos un pueblo, en el sentido de una identidad.

Quisiera saber, ¿cómo es ser gitano en Cataluña? En el sentido de que Cataluña tiene un relato que se ha contado a sí misma, al igual que lo ha hecho España, sobre lo que le es y lo que no le es propio. Y, luego, además, pertenecer a una minoría que siempre ha estado tan perseguida como es el Pueblo Gitano…

En este aspecto se ha dado una cuestión curiosa. Yo siempre he estado muy orgulloso de ser gitano y lo he dicho, pero, cuando me presento, no digo: “Hola, soy Iñaki y soy gitano”. También mi fenotipo, mi apariencia, no responde al gitano prototípico: muy moreno y de cabello oscuro. O sea, que no se infiere directamente que soy gitano por mi apariencia física. Todo mi entorno y muchísima gente alrededor sabe que soy gitano, porque obviamente no lo escondo, pero no todo el mundo que me conoce lo sabe.

Yo trabajaba más en los ámbitos de otros movimientos sociales o de la política y, si bien sacaba siempre a colación reivindicaciones del Pueblo Gitano, tenía también otros ámbitos de actuación y me conocían más por mi militancia que por mi condición étnica.

Curiosamente, era más conocido en el ámbito del movimiento LGTBIQ, en el que he participado desde casi sus inicios. Y por estas cosas del sistema de dominación heteropatriarcal, que sabe cambiar y transformarse, llegaba un momento en el que estaba socialmente bien visto tener amistad con personas destacadas del movimiento LGTBIQ, pero, cuando yo empiezo mi militancia gitana de manera más activa y contundente, muchas de esas proximidades personales, ya no lo eran tanto: “Ah, ¿pero qué es gitano?”, “¿Pero cómo que es gitano?“.

Eso fue una constatación más, de algo que ya sabía pero que en mis propias carnes nunca había vivido: que el antigitanismo y el racismo están presente en todos los ámbitos de la sociedad, también en los supuestos ámbitos de la izquierda progresista, social y política. Cuando mi activismo gitano se destacó más, recibí esas miradas y actitudes de incomprensión.

¿Para ti fue difícil la salida del armario en tu entorno, con tu familia, amigos, conocidos y demás? Porque no sé si crees que eso es también otro tópico, el de que el Pueblo Gitano en general es muy heteropatriarcal.

Yo soy uno de los ejemplos y me consta que no soy el único, que ha sufrido este prejuicio de que el Pueblo Gitano es heteropatriarcal y machista por definición. Los gitanos tenemos LGTBIQfobia, por supuesto, pero no en mayor medida que en el resto de la población. O sea, que nosotros como pueblo participamos de esa estructura heteropatriarcal, pero, claro, el privilegio blanco proyecta hacia nosotros, los demás grupos racializados, aquello que no quiere ser en cada momento. Ahora está comúnmente aceptado que ser homófobo o LGTBIQfóbico es una cosa negativa, entonces proyecta hacia los que somos supuestamente diferentes, aquello que no quieren ser ellos mismos.

En mi caso, salí del armario en los 90. En esos momentos, la opinión pública generalizada sobre la disidencia sexual era radicalmente diferente a la que hay ahora. Fue un proceso personal complejo, como lo es siempre, ya que es un momento interno de autoaceptación y descubrimiento. Pero tengo que decir que siempre he recibido el apoyo de mi familia al 100%.

Déjame que te explique una anécdota de cuando yo era el portavoz de H2O (colectivo LGTBIQ de Tarragona). Ya sabes que en Cataluña hay una larga tradición de lucha LGTBIQ. Buscando descentralizar esas reivindicaciones que se daban siempre en Barcelona, en Reus fuimos los organizadores de la primera manifestación que podríamos denominar “del orgullo” fuera de Barcelona. Mi madre siempre me había dado apoyo personal, pero nunca había pasado, dijéramos, a la luz pública. Llegó el día de la manifestación, yo estaba allí con los compañeros y compañeras, con los nervios lógicos tras toda la preparación, y, de repente, veo a mi madre. Le digo: “Pero, a ver, mamá, ¿qué haces aquí?” y me dijo: “Bueno, eres mi hijo, tenía que venir”. Y la mujer, que es muy bajita, se colocó detrás de la pancarta de la asociación de madres y padres. Casi no se veía detrás de esa pancarta enorme, pero ella estaba allí. El hecho de vivirlo en primera persona también transforma la realidad y esto ocurre en cualquier grupo humano, también en el Pueblo Gitano.

Yo he tenido el apoyo absoluto de mi familia. Primero con expresiones de incredulidad, luego de cuestionarse, pero luego de aceptación total. Mis parejas han entrado en casa y han sido uno más, igual que mis cuñados o mis cuñadas.

¿Khetane, el espacio en el que has estado presente los últimos años, qué es exactamente?

En realidad, por formalismo legal es una unión de asociaciones. En la práctica, es una confederación de asociaciones gitanas. De forma que no hay un funcionamiento vertical y se respeta la idiosincrasia de las distintas asociaciones, que pueden tener dinámicas diferentes. La conforman 27 organizaciones gitanas de todo el Estado español, presentes en todos los territorios menos Galicia y Baleares.

Por sus características, Khetane es lo que en Europa se llama “organización paraguas”. En la base son nuestras organizaciones las que actúan en las comunidades o en los barrios gitanos en los que están presentes y nosotros, para no pisar el terreno a nuestros propios socios, coordinamos proyectos más en el ámbito de la incidencia política y de alguno de los ejes, que nuestras organizaciones, por esa tradición de ONGerismo y asistencialismo que hemos tenido y que probablemente seguimos teniendo, no desarrollan.

Por ejemplo, la lucha contra el antigitanismo en los medios de comunicación y en las redes sociales.

Para esto se puso en marcha un programa que se llama Rromani Pativ, que significa “dignidad gitana” y que actúa contra el antigitanismo en los medios y en las redes sociales. De ese programa sale una estructura, que se llama Red Antidiscriminatoria Gitana e intenta establecer alianzas entre profesionales y medios sensibles con las causas del antirracismo.

También, cuando el Gobierno, con el lío que se formó, tenía como una de sus funciones desarrollar una Ley de Igualdad de Trato, intentamos posicionarnos, valorar esas propuestas de Ley y hacer posicionamientos públicos.

Otro ejemplo es un programa importante que hemos desarrollado financiado por la Comisión Europea y se llama “Rroma Civil Monitor” y que pretende hacer informes de la sociedad civil gitana en cada país de la Unión Europea sobre la implementación de la estrategia nacional con respecto al Pueblo Gitano. Europa desde hace 12 o 15 años obliga a los Estados miembros a que tengan estrategias nacionales para actuar con la población gitana en su interior. En las evaluaciones que hace cada Gobierno es todo maravilloso, todo funciona bien y se consiguen grandes cosas. Digamos que la Comisión Europea se lo cree a medias y, por ello, ha impulsado la creación de informes sobre el impacto de esas estrategias nacionales en cada país. Nosotros coordinamos la elaboración de esos Informes en España desde el año 2017 hasta el 2020 y, muy probablemente, en el 21 también se hará.

Hace seis años que viniste a Madrid ¿cómo es ese salto?

Khetane no tenía sede en ese momento. Hacía años que trabajaba, pero lo hacía sin sede propia. Utilizaba la infraestructura, las sedes y oficinas de las organizaciones que era miembros, pero nada más. En ese momento, sube el nivel de financiación de Khetane y se decide abrir una oficina en Madrid.

Yo había colaborado esporádicamente con ellos en algunos temas, de manera altruista y voluntaria, y me propusieron venirme a Madrid. Me lo pensé un tiempo, porque era un cambio de vida, pero me encontraba en paro y, obviamente, por mi condición étnica también me motivaba. Así que desde noviembre de 2015 estoy viviendo en Madrid.

¿Desde que viniste a Madrid tú has ejercido como coordinador o como qué exactamente?

En principio, empecé a trabajar como coordinador de gestión, pero un par de años después se vio la necesidad de establecer una figura de dirección. Desde entonces, he desarrollado ese papel, el de director de la plataforma. Básicamente porque muchas veces, al funcionar como una confederación, las organizaciones están hiper ocupadas en sus respectivos territorios, y muchas veces actuar en Madrid, no tanto en el territorio, sino en Madrid como sede del Gobierno central requería mucha presencialidad y que hubiera la figura de un director o directora que jugara ese papel.

Y entonces tú has estado todo este tiempo, primero, como coordinador y, luego, como director, pero decidiste desvincularte y el pasado 1 de enero dejaste el cargo. 

Sí, tomamos esa decisión. El tema es que hay una problemática, que tenemos como movimiento asociativo gitano. Nuestras organizaciones llevan 30 o 40 años haciendo trabajo en sus respectivos territorios, pero pecan a veces de ese modelo de asistencialismo y están dirigidas por personas que son muy valiosas, referentes en todos los sentidos, pero que, aunque no todas, la mayoría son también personas muy mayores.

De alguna manera, no está habiendo el relevo generacional que todo movimiento social debería tener. Nosotros no tenemos ningún problema porque nuestros dirigentes sean mujeres y hombres mayores, el problema es que hay una falta de personal técnico gitano que, desde una visión gitana, aborde la problemática con una mayor profesionalidad y un mayor rigor y, sobre todo, desarrollen proyectos que empoderen a nuestras comunidades y que se alejen lo más posible de ese marco del asistencialismo.

Parece ser que ahora el marco político europeo apuesta por ese modelo de empoderar a las comunidades y nosotros hemos visto la necesidad de generar un espacio profesional gitano, porque hasta ahora todas las consultorías importantes que actúan en el campo gitano, están dirigidas por hombres blancos.

¿Y ese espacio de profesionalización técnico gitano está ya previsto?

Sí, se llama La Fragua Projects. Habrá una pequeña oficina en Madrid, pero no es un espacio para que venga la gente, más bien somos nosotros los que nos movemos a los distintos lugares.

También esta consultoría lo que pretende es actuar ante las instituciones públicas, porque lo que no puede ser es que las administraciones, el Gobierno de España, los gobiernos autonómicos, los ayuntamientos, etc., sólo cuenten con asesorías payas blancas para actuar con el Pueblo Gitano. Pretendemos que sea un referente no solo para las organizaciones gitanas, sino también para las administraciones públicas.

Te quería preguntar qué elementos comparte el Pueblo Gitano, qué cosas le unifican. ¿Dónde está esa identidad gitana?

Si hablamos del conjunto del Pueblo Gitano, diría que el trazo identitario común es la lengua, digamos de manera inicial, luego hay otros componentes de carácter político, coyuntural, etc. Comúnmente, entre los gitanos del mundo, es gitano quien habla gitano en su casa. En los gitanos en España esto no es así exactamente, pero no por dejadez o desidia nuestra, sino porque se aprobaron leyes explícitas prohibiendo hablar la lengua gitana, el Rromanes.

¿Y el caló?

No, no. Bueno, sobre todo esto hay una discusión profunda en el seno del Pueblo Gitano.

El caló, en realidad, es una variante dialectal del castellano. Bueno, hay también una variante del caló del catalán y una variante del caló en euskera.

En el caló se utiliza la estructura lingüística sintáctica del castellano, introduciendo palabras y expresiones formales procedentes del Rromanes. Por ese motivo no se puede considerar una variante del Rromanes porque ha perdido su estructura originaria.

Cuando en España se prohibió hablar Rromanes, bajo pena de cortar lengua y orejas, construir ese caló se convirtió en una estrategia de resistencia del Pueblo Gitano para que perviviera una forma de comunicación propia.

Con respecto a la anterior pregunta, sobre dónde se encuentra la identidad gitana, ese sería el trazo principal, la lengua.

El segundo trazo que también nos une identitariamente sería sufrir el antigitanismo. Al ser un pueblo disperso por prácticamente todo el mundo, en un estado ideal, en un sueño perfecto, sin la discriminación estructural que nos atraviesa, probablemente nos identificaríamos exclusivamente con la identidad del país o el lugar donde hubiésemos nacido, viviésemos o fuesen nuestras familias desde hace generaciones. La persistencia del antigitanismo desde hace siglos hace que nos conformemos como grupo identitario independiente. Cuando hablamos con nuestros hermanos de otras partes del planeta y nos explican qué cosas viven, te unes mucho a ellos y ellas, porque a pesar de las diferencias que hay entre los países, hay un trazo común que nos identifica y es esa vivencia compartida.

Para mí ser gitano es una forma de sentir. Yo no adopto personalmente ese discurso genético, porque pienso que la mayoría de los seres humanos somos mestizos, pero ser gitano es una posición política y una forma de sentir y de interpretar el mundo. Una cosmovisión del mundo y un conjunto de valores que se ha ido construyendo a través de siglos de represión.

Encontré en Internet una Asociación en Valencia que son Juristas Gitanos. Te quería preguntar qué sabes de su trabajo y si te parece importante su presencia.

Es de reciente creación, hará un par de años, es relativamente nueva.

En las últimas décadas hay personas gitanas que han accedido a los estudios universitarios y ya tenemos un corpus de abogados y juristas, incluso algún juez. Muchos de ellos empiezan sus carreras con la motivación de defender al Pueblo Gitano porque ven su realidad. Ven que hay un aspecto, un ámbito de la lucha, que al final tiene que dirimirse en los juzgados o puede llegar a hacerlo. Si acudes a las instancias payas, probablemente, o no den credibilidad a tu testimonio o son muy difíciles de demostrar los agravios y casos de discriminación a los que te ves sometido.

En Khetane hemos firmado un acuerdo de colaboración con esa organización en el que hemos estado desarrollando un programa de asesoramiento jurídico que se llama Khetanipe y en el que nos proponemos incluso plantearnos litigación estratégica en determinados casos, con el objetivo de sentar jurisprudencia.

Creo que este tipo de asociaciones son interesantes porque la Justicia no es un órgano ni un poder neutro. La Justicia es también la justicia blanca. Las leyes son esa materia prima con la que trabajan los juristas, pero hay leyes que hay que trabajar para derrumbar.

Por tanto, mientras sigamos siendo un pueblo discriminado, tendremos más posibilidades de ser defendidos en buenas condiciones si contamos con juristas gitanos.

¿Por dónde crees que pasaría hoy en día la construcción del antirracismo político? Y ahora me refiero al antirracismo que engloba a todas las comunidades racializadas.

Tiene que incrementarse la consciencia, hablo en este caso de las comunidades gitanas, de que el racismo es un fenómeno estructural.

Si las minorías sabemos unir las fuerzas, preservando nuestra propia identidad y forma de funcionar, tenemos grandes posibilidades de transformar algo o, por lo menos, de incidir. Quizás no somos verdaderamente conscientes que somos muchas minorías, pero, juntas, no somos ya tan minoría.

Ya no solo por inteligencia política, también porque cuando tomas consciencia de cómo se articula a lo largo de la historia y a nivel político y social el racismo, no puedes ser impasible a lo que les pasa a los hermanos negros o a organizaciones y personas moras o indígenas. No se puede ser impasible por coherencia.

De hecho, el movimiento gitano en la última década está virando más hacia la lucha contra el racismo político. Este giro en la acción de la sociedad civil gitana consolida una doble vía de actuación prioritaria: la acción cotidiana de las organizaciones que dependen de financiaciones públicas y el activismo antirracista juntamente con los hermanos y hermanas racializadas, que es un activismo voluntario, que avanza a trompicones y con el esfuerzo y el sacrifico de todos y todas.

Te iba a preguntar también por las nuevas generaciones, en especial las Rromanies. ¿Cuál es el papel al que están llamadas desde tu punto de vista?

Hay que incorporar a las nuevas generaciones, a las compañeras racializadas jóvenes, que ya no tienen dudas en torno a que la lucha política contra el racismo es el único camino y, si es el único camino, no puede ser que vayamos por separado los diferentes grupos o colectivos.

Tenemos que establecer objetivos comunes para conseguir mayores cosas, de incidencia política, de capacidad de movilización y de transformación social también dentro de los movimientos sociales hegemónicos, el movimiento feminista, el LGTBIQ, para que incluyan las reivindicaciones de los grupos racializados, que difieren en muchos aspectos de las suyas propias. No tenemos por qué asumir el análisis del privilegio blanco como propio.

Foto: La Fragua Projects
Autora: Elena García
Fuente: El Salto