La resistencia de la disidencia sexual y de género rromaní contra el mutismo antigitano.
Hablar de estos dos términos antagónicos, memoria y silencio, es imprescindible si hablamos de la historia del Pueblo Gitano en general y, por supuesto, si abordamos la disidencia sexual y de género en este mismo colectivo.
Partimos de la base de que, como grupo racializado, han sido los no gitanos (gachés o payos) quienes han escrito nuestra historia. Más concretamente los hombres payos, heterosexuales y blancos. Por lo que no somos nosotras quienes hemos construido los relatos en los que podemos cimentar nuestra memoria. Menos aún si hablamos de memoria de la disidencia sexual y de género.
Alguien podría pensar que las iniciativas que pretenden recuperar la memoria LGTBIQ+ podrían cambiar este patrón colonial de comportamiento. Todo lo contrario hasta el momento. Este libro es la excepción que confirma la norma. Hoy no es una novedad decir que el movimiento LGTBIQ+ hegemónico, desgraciadamente, ha contribuido al antigitanismo negando nuestra existencia en «su» colectivo, olvidándonos una vez tras otra o, lo que es peor, mirando hacia otro lado ante las situaciones de LGTBfobia que padecemos y minimizando nuestra participación efectiva en los foros y luchas que se han ido estableciendo.
Hablaremos de esto más adelante, pero tan solo como una pincelada queremos decir que las personas disidentes sexuales y de género gitanas hemos comprobado, y lo seguimos haciendo hoy en día, que, según el discurso dominante en los foros LGTBIQ+ hegemónicos, se nos culpabiliza de las discriminaciones que sufrimos si en este proceso no renunciamos o denostamos nuestra identidad gitana, pasando, de esa manera, del estatus de víctima a verdugo de manera torticera. En este sentido, este movimiento social transformado en institucional, al proceso de «normalización» de lo LGTBIQ+, ya por sí nocivo, ha incorporado la vertiente étnica como una manera de categorizar al buen gay o la buena lesbiana y a los que no lo somos…, quién forma parte de la diversidad aceptada y quiénes seguimos estando bajo la línea del ser, es decir, determinar a quiénes se nos deshumaniza y se nos unifica sin ningún tipo de matiz a la diferencia y por lo tanto a la disidencia.
Sin duda, esta es una dificultad objetiva al abordar procesos memorísticos, porque además estamos inmersas como gitanas en un claro proceso interseccional que nos dificulta identificar cuáles son los ejes, lo ítems y las referencias de la memoria de la disidencia sexual y de género rromaní. En muchas ocasiones tenemos que dar muchas explicaciones y matizaciones al respecto, tanto dentro como fuera de nuestro pueblo.
Por otra parte, comprobamos cómo muchos de los términos y conceptos que se utilizan habitualmente en el universo LGTBIQ+ no encajan en nuestra realidad como disidentes sexuales y de género de un colectivo racializado en la Europa occidental —por ejemplo, los términos: gay, lesbiana, derechos civiles, deconstrucción de la familia como primera institución opresora, etcétera). De ahí nuestra preferencia al autodenominarnos disidentes.
Observado el contexto descrito hasta ahora, antes de abordar nuestra memoria necesitaremos explicar algunos de los mecanismos que utiliza el sistema de dominación étnica para proyectar y construir nuestra identidad, para después poder afrontar episodios de nuestra historia que merecen estar en nuestra memoria.
En realidad, no estamos haciendo más que lo que han hecho nuestros ancestros: luchar contra el olvido, contra la represión sistematizada, contra la asimilación y el genocidio. Escribir este capítulo es, sin duda, un trabajo emotivo, duro y valiente. La memoria y la resistencia son las herramientas con que nos hemos dotado como gitanas. Estas páginas son una expresión de ambos aspectos. Si no se leen así, será más difícil entenderlas.
El payocentrismo proyecta y construye las identidades gitanas.
Resulta muy interesante analizar cómo se construyen las identidades occidentales en nuestro contexto geopolítico para comprender cómo afecta a las realidades disidentes de cada colectivo. Sin pretender hacer un tratado de historia, queremos reflexionar sobre este importante aspecto.
Las identidades hegemónicas en la actualidad se construyeron fundamentalmente a partir del siglo XV con la aparición en escena de los primeros Estados modernos. Nos vamos a detener por un momento en la España de los Reyes Católicos. En el proyecto militar, político y económico que supuso la unificación de las coronas catalano-aragonesa y la castellana, habitualmente se obvia en los relatos oficiales el proyecto de supremacía étnica implícito en esa unificación.
Ante una realidad cultural, idiomática y religiosa bastamente diversa, la corona unificada optó por construir una identidad unificada que no contemplara diversidad alguna y que estableciera en esa querida homogeneidad identitaria su fortaleza. Entendían los poderes asociados a la corona (militar, económico y político) que construyendo esa identidad reforzaban su proyecto y lo hacían invencible.
Es así como los poderes establecidos empiezan a construir la base de las identidades que serían hegemónicas, planteándolas como una negación del diferente. De tal manera que esas identidades se construyen sobre un patrón negativo. ¿Quién es español?: quien no es moro, quien no es judío y quien no es gitano; posteriormente, también sería quien no es indio (pueblos indígenas de las Américas).
Se construye de esa manera una identidad hegemónica excluyente y xenófoba que busca absurda y obsesivamente su esencialidad en lugar de ensalzar su diversidad como valor positivo. Los frutos de ese proceso los seguimos sufriendo hoy en día con una identidad «española» que sigue siendo colonial, negacionista y profundamente racista y autoritaria. Pero estos son otros lodos, que dan para escribir más de un libro.
De ese planteamiento salen las atrocidades que se cometieron con las comunidades musulmana y judía, la expulsión en ambos casos; y posteriormente, bajo la lógica colonial, el genocidio y el expolio perpetrados en las Américas; así como los intentos reiterados de exterminio, asimilación y desaparición del Pueblo Gitano desde ese momento hasta la actualidad. Lo cierto es que —dejadnos que utilicemos la ironía como arma revolucionaria— con el Pueblo Gitano, a pesar de las más de 250 leyes redactadas con el objetivo de hacernos desaparecer, de prohibir nuestra lengua, de acabar con nuestras actividades profesionales y económicas, etcétera, lo que se suma a los procesos de asimilación o de segregación y los denostables intentos de genocidio que hemos sufrido, no les ha salido bien…: seguimos aquí muy a su pesar.
Esto daría para profundizar largo y tendido, pero queremos centrarnos en las estrategias que este fenómeno conlleva para después abordar cómo afecta a la memoria de la disidencia sexual y de género rromaní.
En primer lugar, hay que poner nombre a las cosas. Primero, porque es útil. También porque cuando se sustantivan se categorizan, adquiriendo un estatus en nuestro universo cognitivo, motivo de debate seguramente. De esta manera se las saca de la oscuridad en las que han estado previo a nombrarlas para arrojarlas al ágora política.
Estamos hablando de la payonormatividad y del payocentrismo como fenómenos que ponen en el centro de la identidad de una comunidad o un país el hecho de ser payo, es decir, aquella identidad que se construye como negación de lo gitano. Son los fenómenos que categorizan lo payo como lo normal, desterrando lo gitano a los márgenes cuando no a la marginalidad.
Ser payo es lo deseable, lo establecido como normal, lo proyectable para tu descendencia. Las normas sociales, políticas y económicas se construyen por y para los payos. Lo gitano, en cambio, es lo que está en los márgenes, lo peligroso, lo asocial, lo incívico, lo que pone en peligro el «orden social» establecido. Es lo indeseable, lo incivilizado y lo denostable.
La primera reflexión que debemos hacer es que el sistema de dominación ética necesita del diferente, de la alteridad, para construirse y reafirmarse. Esta es la piedra angular en que se fundamenta para perpetuar su poder.
Pues bien, el payocentrismo necesita proyectar la imagen del diferente para construirse a sí mismo en una esquizofrenia que nunca tiene fin y que no necesariamente se basa en la realidad o características del diferente, sino en los valores que desea proyectar para sí mismo.
Pongamos algún ejemplo que haga más comprensible este fenómeno. Hablemos de la ópera Carmen, de gran éxito y conocidísima por el gran público. La vamos a analizar al margen de su innegable valor artístico. Nos interesa más ver cómo en ella se muestra lo gitano.
En esta ópera de Georges Bizet se representa una mujer gitana (Carmen) como la principal protagonista, que muestra unos valores y comportamientos que hoy son interpretados como paradigma de la libertad, la valentía, la lucha y la rebeldía.
En cambio, si analizamos el papel de Carmen, una gitana sevillana, cigarrera, de principios del siglo XIX, y sus comportamientos y valores, y los comparamos con los predominantes en la sociedad occidental de ese mismo tiempo, comprobamos que son claramente opuestos. Los valores predominantes en esa época para las mujeres distan mucho de los que muestra Carmen. Para el sistema heteropatriarcal, en ese contexto histórico, las mujeres debían ser piadosas, religiosas, inexpertas sexuales, obedientes ante el dominio masculino y, por supuesto, estar alejadas del mundo asalariado.
Las conclusiones son evidentes: Carmen muestra una imagen de mujer gitana opuesta a la mujer paya de la época. ¿Esa proyección responde a la realidad de las mujeres gitanas en la Sevilla de principios del siglo XIX? Absolutamente no. Responde a la obsesión neurótica paya de afirmarse mostrando la alteridad gitana.
Al hilo de esta última afirmación, es curioso cómo esta obra lírica se contextualiza utilizando un elemento que nos parece clave y que en la obra pasa casi inadvertido, convertido en un exotismo más, como si fuera un elemento de atrezzo. Las cigarreras en la Sevilla del XIX, la mayoría de ellas gitanas, son el ejemplo de mujeres luchadoras que, fruto de la situación económica, social y también racial que vivían, se alzaron con firmeza contra los roles de género del heteropatriarcado, aunque no utilizaran esta nomenclatura. Las llamaron «las echás pa’lante». Reclamaban derechos laborales, guarderías, etcétera, para poder conciliar sus vidas personales y familiares con su trabajo, desde una perspectiva de simple necesidad y coherencia. Eran obreras. Sin duda, ellas mostraron, que cuando las mujeres payas estaban en un contexto absolutamente diferente y el estado de su lucha emancipatoria apenas se atisbaba, las cigarreras, se alzaron y se autoorganizaron para conquistar sus derechos. Para nosotras, precisamente esas cigarreras, esas gitanas, forman parte de nuestra memoria feminista.
No debe pasar por alto que la imagen que se proyecta de la mujer gitana en la obra operística diste tanto de la que se proyecta en la actualidad, en la que el prejuicio antigitano nos dicta que las mujeres gitanas son sumisas, obedientes, inexpertas sexualmente, etcétera. La pregunta es evidente: ¿no será que los valores predominantes en la actualidad para las mujeres son de independencia, una supuesta libertad sexual y de no supeditación a la pareja, entre otros? Cualquiera que conozca más de dos mujeres gitanas se dará cuenta de que esa proyección no responde a la diversidad, la complejidad y las condiciones de vida que tienen la mayoría de rromís (gitanas) en este país.
Queremos poner un segundo ejemplo. Este se basa en la supuesta sexualidad de hombres gitanos en España a finales del siglo XIX y principios del XX.
Es importante saber que el Pueblo Gitano conoce los episodios de su historia básicamente a través del análisis de las leyes que se emitían con la intención de reprimirnos. Obviamente, eso es una limitación para nosotras, porque desconocemos aspectos fundamentales de nuestra propia historia. Los únicos relatos que conocemos que explican la historia de las gitanas y los gitanos deben situarse en la trinchera del antigitanismo, ya que, con diferente gradualidad, esos relatos contribuyeron desde la literatura, el periodismo, la música u otras expresiones artísticas a estigmatizarnos y situarnos en el lugar de ostracismo en el que seguimos estando colectivamente hoy en día.
Pues, siguiendo en esa línea, las denuncias registradas en diferentes estamentos judiciales del territorio español a finales del siglo XIX y principios del XX levantaron alarmas más o menos generalizadas y forjaron el prejuicio que aconsejaba no dejar a menores, de ambos géneros, en la cercanía de hombres gitanos, porque, según consta en esas denuncias y en las crónicas periodísticas de la época, la baja moral de los gitanos les posibilitaba forzar sexualmente a esos menores. De esa manera, la imagen que se proyectaba sobre los hombres gitanos podría ser algo parecido a lo que hoy conocemos como pansexualidad y pederastia al mismo tiempo.
Haciendo el mismo ejercicio que con el ejemplo anterior, nos volvemos a sorprender si comparamos la proyección de la imagen de los gitanos de esa época con la que hay en la actualidad. Hoy en día el prejuicio antigitano resalta, entre otras muchas cosas, la homofobia, lesbofobia y transfobia de los hombres gitanos. Curiosa la evolución de la sexualidad masculina gitana, que, en apenas cien años, ha pasado de las más tremendas laxidad y permisividad a las más extremas intransigencia y conservadurismo.
No pretendemos decir que no pueda haber hombres gitanos violadores, sobre todo si hablamos de otro contexto histórico como al que nos estamos refiriendo, donde la sexualidad masculina ejercía la violencia manifiesta y en público de manera impune y eso no era generalmente reprobable. Aun así, queremos señalar que para nuestro pueblo existen dos valores que son absolutamente fundamentales: el respeto para nuestros mayores y el cuidado de nuestra infancia. Nos cuesta mucho imaginar, de manera generalizada, a los hombres gitanos agrediendo niños.
Nosotras, las disidentes sexuales y de género rromanís, ponemos en tela de juicio las circunstancias que se describen en esas denuncias y relatos. Creemos que responden al mismo fenómeno con el que hoy nos encontramos en tantas ocasiones: el antigitanismo, en el que se coge lo anecdótico y se transporta a lo universal con la evidente intención de crear una concepción pública del conjunto de todo un pueblo, del Pueblo Gitano.
Por supuesto, debemos relacionar esta incongruente involución gitana con el cambio de valores en torno a la homosexualidad y la transexualidad en la sociedad mayoritaria, que otorga a los hombres gitanos, en este caso, los valores opuestos a los hegemónicos en cada época histórica.
La uniformidad como manera de identificar la alteridad.
Otra estrategia que desarrolla el sistema de dominación étnica es intentar «uniformar» al diferente. Se trata de construir su identidad como tótem unificador de todas las que formamos parte de estos pueblos. Esta uniformidad abarca todos los campos de la identidad, desde los más prosaicos hasta lo de mayor importancia. Desde la forma de vestir a la ideología, desde las creencias religiosas al nivel intelectual de cada una de nosotras.
De esa manera nos tienen identificadas, ubicadas en su mapa semántico, y es más fácil para ellos construir los relatos sobre nuestra identidad que necesitan para «su» autoafirmación paya. Desde su lógica, este es un instrumento indispensable. La diversidad siempre es compleja y lleva implícita reconocer que las identidades están inmersas en un proceso de cambio continuo y fluido. Si la pretensión sistémica del antigitanismo es perpetuar las relaciones de poder, es obvio que la diversidad gitana es una dificultad que no interesa ni reconocer ni apoyar. La manera que ellos tienen para vencer la incuestionable existencia de nuestra diversidad es poner a «los diferentes de los diferentes» en la más oscura de las cuevas, ocultarlos, esconderlos para conseguir que jamás existamos para el conjunto de la opinión pública. Además, necesitan culpar a su propio pueblo, el gitano en nuestro caso, de esa situación. Aunque parezca retorcido, las evidencias apoyan esta tesis.
Es evidente que el payocentrismo necesita que las gitanas seamos de una sola manera. Todas nosotras, sin excepción. De esa manera nos definen y se definen a sí mismos como la negación de lo que ellos deciden que somos nosotras.
Subyace que esta estrategia pretende decir que las gitanas no interactuamos con el contexto social, político y económico en el que vivimos. Afirma que nuestros valores —entendidos como algo arcaico, brutal y nocivo— son inalterables, inmodificables, monolíticos. Según esta perversa teoría, las gitanas no tenemos la capacidad de cambio, de adaptación al entorno, a los discursos existentes, etcétera. Volvemos a encontrarnos con una manera de definirnos que choca frontalmente con una de nuestras características: la resiliencia, la capacidad de adaptación. Sin estas características, habríamos desaparecido como pueblo. Cabe decir que esto es reconocido por todas las investigadoras sociales que han escrito desde el rigor sobre el Pueblo Gitano.
La obsesión paya llega a tal grado que nos identifica siempre con los sectores internos gitanos más conservadores, para así denostarnos y caricaturizarnos. De esa manera consiguen que «una persona de bien» jamás quiera ser gitana ni mezclarse con los gitanos.
Pero, incidiendo en el tema que nos ocupa en este libro, esta estrategia niega y esconde deliberadamente las diferentes disidencias existentes. No solo las relacionadas con el sexo y el género. Para la mayoría de ciudadanía de este país (payos), los gitanos somos un grupo molesto y difícil que no nos mezclamos con las dinámicas sociales existentes y no participamos de las disidencias transformadoras que han cambiado este país. Nada más lejos de la realidad.

Sirvan estas líneas para reivindicar a los y las gitanas luchadores por la libertad, antifascistas, héroes y heroínas que debieran serlo del conjunto de la humanidad. Queremos recordar aquí a las y los valientes que se enfrentaron a las fuerzas nazis en el campo de exterminio de Auschwitz II Bikernau el 16 de mayo de 1944, consiguiendo resistir al intento de gasearlos a todos: 6.000 rromanís, hombres, mujeres, niñas y niños, pelearon con lo que tenían —palos y piedras— y fue el único grupo humano que consiguió que la terrible y cruel SS retrocediera, ante la fiereza y valentía de nuestra gente. Posteriormente, todas esas personas rromanís fueron diseminadas por otros campos de concentración y todas fueron posteriormente asesinadas. Las gitanas conmemoramos este hecho cada año como el Día de la Resistencia Rromaní. El dolor clavado en esta memoria se transforma en rabia y en orgullo. Rabia por el a todas luces no suficiente reconocimiento de este episodio histórico, que de alguna manera hace cómplice a quien lo propicia con los asesinos. El orgullo de ser herederos de ese coraje y portadores de sus valores antifascistas.
Tampoco podemos olvidar, aunque sea de manera testimonial, a todos los gitanos y gitanas, que no fueron pocas, que lucharon contra el fascismo en la Guerra Civil española. Quizás la figura más conocida fue Helios Gómez (1905-1956), sindicalista, cartelista, artista, poeta y gitano que murió después de años de terrible represión y cárcel en la prisión Modelo de Barcelona. En él se encarna una de las características de nuestra identidad. Las gitanas somos antifascistas por convencimiento y por necesidad.
Estos hechos son absolutamente desconocidos para la mayoría de las personas y constituyen algunas de las más heroicas páginas de nuestra historia. Esa que jamás escribimos y que, reiteramos, debería ser patrimonio no solo de los gitanos y las gitanas.
Insistimos en que la interseccionalidad en la que estamos inmersas como colectivo racializado hace que las gitanas disidentes sexuales y de género no podamos separar en compartimentos diferenciados las injusticias que nos atraviesan. Para nosotras, nuestra memoria también pasa por recordar a quienes son referencia para el conjunto de nuestro pueblo.
Por supuesto, al hacer ejercicio de memoria, destrozamos la estrategia uniformadora del payocentrismo y del sistema de dominación étnica. Como cualquier otro, nuestro pueblo tiene dinámicas propias, en las que se incluyen conflictos de clase, ideológicos, espirituales, religiosos y los relacionados con el heteropatriarcado en el que vivimos. Además, cualquier pueblo es diverso por definición. La estrategia antigitana de uniformarnos no por absurda y alejada de la realidad deja de ser exitosa. Desgraciadamente, cada día a las activistas gitanas nos preguntan sobre esto. Realmente a veces se hace agotador, pero no desistiremos. Se lo debemos a nuestra gente.
La memoria de la disidencia sexual y de género gitana como ejercicio revolucionario.
Como cualquier persona puede imaginar, lo descrito previamente afecta de manera determinante en la relación de las disidentes sexuales y de género gitanas con nuestra propia comunidad y con el resto de la sociedad. Sin duda, el antigitanismo como fenómeno estructural e identitario interactúa con nuestro posicionamiento en tanto que sujetos políticos. Esta característica no debe pasarse por alto en ningún aspecto que nos afecte, tampoco en el momento de intentar recuperar nuestra memoria disidente.
Si entendemos la memoria como no solo un hecho de justicia, sino como una actitud rebelde y resistente, la posición que ocupamos las gitanas como sujetos políticos es radicalmente diferente en tanto que pueblo racializado. No se puede esperar el mismo tipo de respuesta, de conclusiones, de ejercicio político que las que puedan tener los sujetos disidentes sexuales y de género payos, de las que tengan las personas LGTBIQ+ blancas, que aun compartiendo la opresión de heteropatriarcado igual que nosotras, las gitanas, en tanto que payas, viven y ejercen el privilegio étnico y parten de ese posicionamiento.
Por lo tanto, nos toca a las gitanas disidentes hacer memoria de nuestras familias, de nuestras referencias, de nuestra gente, con otros patrones. Con nuestra propia mirada, con nuestra cosmovisión del mundo, intentando huir del «blanqueamiento» a que estamos continuamente sometidas. Reconocemos en este planteamiento una intención harto utópica, pero no intentarlo sería fallarnos a nosotras mismas.
Por lo tanto, no vamos a hablar en ningún caso de sujetos gais, lesbianas o transexuales, sino de personas que, con su actitud, su proyección pública, han roto barreras y han resistido a la normatividad heteropatriarcal. Han utilizado sus cuerpos, su expresividad, su arte, su habla para poner en cuestión y superar los corsés que el heterocapitalismo nos impone.
Somos conscientes de que hablar de personas concretas, que a su vez son referencia para el conjunto del Pueblo Gitano en España, nos sitúa en ocasiones en dificultades con sus descendientes y sus familias, sin duda por la presión LGTBfóbica en la que vivimos como sociedad occidental. Por supuesto, nosotras respetamos la memoria de esas familias y ponemos por delante nuestra intencionalidad de tener el punto de partida en la admiración, el respeto y el cariño absolutos hacia ellas.
El respeto y cuidado de las familias gitanas no es un hecho anecdótico. Para los rromanís, la familia es la institución que nos ha protegido y cuidado cuando el Estado, en sus diversas formas represivas, nos ha atacado, nos ha desprotegido de manera deliberada, incluso cuando ha querido exterminarnos o asimilarnos. Es impensable para cualquier persona gitana querer acabar o atacar a la familia. Por supuesto que en las familias gitanas se dan relaciones de opresión provenientes del heteropatriarcado y la heteronormatividad, ante las que luchamos y actuamos en nuestro día a día, pero la interseccionalidad conlleva estas complejidades. Nosotras no vamos a actuar contra aquella institución que nos ha mantenido como gitanas, también a las disidentes.
Como consecuencia de este planteamiento, reafirmamos que las personas a las que nos vamos a referir son nuestra referencia. Lo vamos a hacer desde el respeto y la admiración. Desde el orgullo de tenerlas en nuestra memoria. Desde el valor de mostrarlas por la dignidad que demostraron a pesar de vivir en muchos casos en un entorno hostil y cruel con sus opciones de vida. Son aquellas que nos han hecho ver que la disidencia se manifiesta de mil maneras y que entenderla en una única y uniformada dirección, la paya, la blanca, es un error, en el que nosotras no vamos a caer.
Asumimos el reto desde el convencimiento de que haciéndolo reafirmamos la gitanidad de todas ellas. Gitanos y gitanas dignas, orgullosas de serlo, como hoy lo somos nosotras. Resistentes, disidentes.
El mundo del arte como espacio también de disidencia.
Pocos son los espacios con dimensión pública que se ha dejado a los gitanos y las gitanas desde su llegada a España, a principios del siglo XV. Sin duda, la abrumadora fuerza y valor artístico del flamenco, como expresión artística que nace del sufrimiento del Pueblo Gitano justo después de la Gran Redada de 1749 (primer intento genocida en Europa), ha situado a generaciones de gitanos y gitanas en este ámbito artístico, nos atrevemos a decir, casi por necesidad. Por supuesto, en esta manifestación artística se proyectan valores y se configuran modelos identitarios.
La disidencia sexual en este ámbito, el flamenco, hay que entenderla como la única que podía ser expresada por el Pueblo Gitano, ya que los ámbitos de los negocios, la educación, la prensa y la política, entre otros, estaban cerrados a los rromanís a cal y canto hasta hace relativamente poco tiempo. De hecho, muchos siguen cerrados aún. Por lo tanto, como tal lo interpretamos y lo valoramos. Como el único camino de expresión de sentimientos y diferencias que hemos tenido abierto y donde todo adquiere un valor con carga simbólica gitana.
Artistas como Bambino, la Paquera de Jerez, Carmen Amaya y Antonio Mairena han encarnado cuatro figuras que han roto moldes. Que han llevado su arte y su gitanidad como bandera y, cada una de ellas de manera diferente, han desarrollado sus opciones de vida compartiéndolas con su entorno. Ellos, ellas y muchas más son referencia para nosotras, por su valentía, por su coraje.
La tía Carmen Amaya (1918-1963) es una de esas referencias, sin duda. Barcelonesa ilustre. Hija de Somorrostro. Esta gitana rompió moldes con su fuerza y su arte. Ella impuso y cambió los roles en el baile gitano. Musa de muchos espacios lésbicos por su físico lleno de fuerza. Su expresión estaba llena de ambigüedad y belleza. Le decían que era un portento de la naturaleza, un torbellino. Triunfó en todo el mundo. Pionera en tener su propia compañía, que ella regentaba en un momento en que las mujeres debían pedir permiso marital para poder trabajar asalariadamente. Esa misma fuerza la utilizó para decir que ella tenía pies y que bailaba con ellos, atribuyéndose una forma de bailar reservada para los hombres hasta entonces y para vestir pantalones mientras actuaba. Aunque visto desde la perspectiva de hoy en día parezca un detalle de poca importancia, no lo fue. La gitana más universal de la época se atrevió a romper los moldes en algo tan simbólico como la vestimenta. Supo retar al patriarcado y sus normas para imponerse con su fuerza, su arte y su libertad, encima y fuera de los escenarios. Amante de la libertad al máximo, se la aplicó para sí misma y supo vivir sus años de vida haciendo gala de eso.
Para los flamencólogos de hoy en día, Antonio Mairena (1909-1983) es una referencia absoluta. De hecho, él instauró ese término estudiando y categorizando los «palos» del flamenco, junto con el trabajo realizado en este campo por la Niña de los Peines. El tío Antonio, fruto de su trabajo de investigación, afirmó en sus conclusiones el origen gitano de ese inmenso arte. Sin duda, uno de los precursores de debates que se siguen produciendo hoy en día. Uno de los grandes del cante flamenco gitano. Además del arte que atesoraba, Mairena pasó a la historia por atreverse a escribir y dar conferencias sobre flamenco, llevando esta manifestación artística a los círculos intelectuales, lugar donde no había estado hasta entonces. El tío Antonio Mairena fue una de las figuras de más reconocimiento dentro y fuera del Pueblo Gitano. Su vida no fue fácil, sin duda, pero su enorme corazón le ayudó a llevar su forma particular de amar con dignidad y respeto. Para nosotras siempre estará en nuestra memoria por todo lo que tuvo que sufrir y la dignidad y elegancia con que lo portaba. Grande entre los grandes, nuestro tío Antonio.

Bambino (1940-1999) fue un enorme artista gitano. Uno de los más grandes. Es de ese tipo de artistas que hacen de la innovación su forma de crear. Su expresividad, su voz y su arte marcaron varias generaciones en la segunda mitad del siglo XX. El tío Miguel Vargas, que así se llamaba, fue un icono de modernidad y de orgullo. Hombre digno, se enfrentó a todo lo que se le puso por delante en su trayectoria artística y personal. Qué maravillosa expresividad desacomplejada y valiente. En él se encarna para nosotras la dignidad de quien lucha por quien es. Tío Miguel, estarás siempre en nuestros corazones y de ti nos lo llevamos todo.
La fuerza y la garra se encarnaron en la Paquera de Jerez (1934-2004). Esta gitana destacaba por su imponente voz y su arte llegó a todos los rincones de la geografía española. Compartió escenario con los más grandes y era respetada y admirada por toda la profesión. Mujer de una expresividad con una fuerza arrebatadora. Lucía con orgullo su pluma inconfundible. La tía Francisca tampoco lo tuvo fácil en su vida personal, pero su naturalidad y su convicción en todo lo que hacía le facilitaron vivir con dignidad cada una de sus opciones de vida. Referencia lésbica donde las haya, la tía Francisca siempre nos inspirará y siempre nos sentimos orgullosas de ella.
El activismo gitano que nunca se relata en el movimiento LGTBIQ+ hegemónico.
Como ya hemos referido anteriormente, las gitanas disidentes hemos participado activamente en el movimiento LGTBIQ+ desde sus inicios. De hecho, lo seguimos haciendo hoy en día, eso sí, mayoritariamente desde los planteamientos críticos y autocríticos con ese propio movimiento por la «normalización» impuesta y por el papel del «capitalismo rosa», que pretende convertir en negocio incluso las luchas emancipadoras. Nosotras estamos siempre en la disidencia, quizás como cadencia histórica, por ser gitanas, por ser rebeldes, por querer ser libres.
Cabe decir que encontramos en estos espacios la voluntad del conjunto de participantes de entender que nuestra lucha o es antirracista o no será, echando mano del eslogan.
Volviendo a centrar nuestro relato en los temas memorísticos, no podemos olvidar a una gran mujer, una activista transexual y gitana de la que nos sentimos profundamente orgullosas. Hablamos de nuestra tía Myriam Amaya.
Hay que recordar que cuando manifestarse era ir contra el régimen dictatorial, cuando había que enfrentarse a la policía franquista, cuando todo estaba a contracorriente de los derechos de las personas disidentes sexuales, cuando ser transexual era el peor estadio al que una persona podía pertenecer en el orden social del nacionalcatolicismo, esta mujer gitana fue una de las organizadoras, junto con unas pocas más, del primer Orgullo Gay en 1977, en la capital catalana.
Para nosotras no es casual que no se haya hecho la necesaria difusión del papel que desarrolló esta mujer valiente en las primeras manifestaciones LGTBIQ+ en el Estado español, en Barcelona. Esto responde, sin duda, al fenómeno descrito anteriormente de invisibilidad de lo gitano, de silencio deliberado, en definitiva, de una de las caras del antigitanismo.

No interpretamos como casual este nuevo «silencio». Si, entre la quincena de promotoras, junto a los sobradamente reconocidos líderes históricos del movimiento LGTBIQ+, estaba Myriam Amaya y esto no es conocido, no podemos hacer más que denunciar este hecho y poner la figura de nuestra tía en el lugar que se merece.
La tía Myriam tampoco ha tenido una vida fácil. Nació en Logroño 1959 en una familia muy humilde, con las necesidades que ello conlleva. Creció y se hizo adulta en Zaragoza, ciudad donde vive en la actualidad. Con trece años empezó a hormonarse, ya en Barcelona. Su fuerte voluntad de mostrar su identidad femenina le hizo pintarse los labios y calzar taconazo. Ya desde niña se vestía con la ropa de su hermana mayor. Desde muy temprana edad se dedicó al mundo del espectáculo y el cabaret, donde llegó a trabajar con artistas de renombre de ese momento, como Sara Montiel y algunos otros que nacían con la emergente «movida madrileña».
Después de los primeros años de estar instalada en Barcelona, se incorporó a la lucha contra el régimen fascista, diríamos que casi forzosamente. Es escalofriante leer alguna de las pocas entrevistas que se le han hecho, cuando explica cómo la policía reprimía, encarcelaba y pegaba a todo aquel que estropeara el paisaje social cristiano y pudoroso que el régimen imponía y quería inmóvil. Sin duda, la tía Myriam tomó conciencia de que debía dar un paso al frente. «De estar corriendo delante de los grises, pasamos a plantarles cara». Con qué pocas palabras se resume tanta dignidad.
Esa policía que en ese mismo momento seguía asesinando y torturando. A esa policía y a ese régimen, ellas decidieron decir basta. Junto con sus compañeras, organizaron esa primera manifestación llenas de orgullo y dignidad. Posteriormente, animadas por la experiencia de Barcelona, en otros lugares de la geografía española se hicieron más manifestaciones. Evidentemente, ellas fueron las precursoras. ¡Les debemos tanto! Y la tía Myriam entre ellas. Las disidentes sexuales y de género gitanas tenemos en ti nuestra referencia. Gritamos al viento que lo que tú hiciste, lo que hicieron nuestros ancestros, lo que hacemos nosotras es nuestro patrimonio. Exigimos que, a través de tu figura, tía Myriam, se reconozca la aportación rromaní al movimiento LGTBIQ+. Qué maravilloso tenerte entre nosotras y aprender de ti.
Valiente como es, no se le caen los anillos al decir que, como tantas otras transexuales, ha recurrido a la prostitución para subsistir. Eso sí, Myriam, desde niña, contó con el apoyo incondicional de su familia. Para lo malo y para lo bueno. Ella supo transmitir a quien la rodeaba la dignidad con que ha afrontado su vida.
Actualmente sigue activa en Zaragoza, llena de actividades de sensibilización y de reivindicación y siempre con ese espíritu crítico que la caracteriza. Nos decía pocas fechas antes de publicar este capítulo: «Hay que defender lo conseguido, aunque, la verdad, no ha sido mucho. Falta mucho camino que recorrer. Pero hay que animar a los jóvenes a hacerlo, explicándoles por dónde tuvimos que pasar nosotras». Ahí queda eso.
El legado de la tía Myriam y de las demás personas que en este capítulo se mencionan, desde luego, tiene continuidad con las activistas, las organizaciones y las artistas disidentes gitanas de la actualidad. En cuanto a las activistas, Demetrio Gómez, Noelia Heredia, Qurro Cabello, Jennifer Rubí, Juan David Santiago y el que les escribe somos una muestra de ello, con diferentes enfoques y planteamientos, pero colaborando a menudo desde la fraternidad y la sororidad. Las expresiones asociativas de la disidencia sexual y de género y del feminismo rromaní también lo son: Ververipén, Rroms por la Diversidad y Gitanas Feministas por la Diversidad. También en el arte, en el flamenco, seguimos teniendo una fuente de reivindicación, expresividad y visibilidad, con artistas vivos y de gran éxito como Antonio Canales, La Negri y La Kaita, entre muchos otros.
Cabe decir que, en tanto que pueblo transnacional, la disidencia sexual y de genero rromaní está presente en Europa y en el mundo de manera significativa. Existen decenas de activistas rromanís con las que trabajamos con regularidad: David Tišer (República Checa), William Bila (Francia), Sandra Selimovic (Serbia), Iulian Stoian (Rumanía), Isaac Blake (Gales), Daniel Baker (Inglaterra), Gianni Jovanovic (Alemania), Azis (Bulgaria), Vera Kurtić (Serbia), entre muchos otros. En un relato de memoria, no podíamos dejar de nombrarlas.
Y por supuesto, y sobre todo, las decenas y centenares de personas gitanas, disidentes o no, que están en nuestro lado, que no es otro que el lado del Pueblo Gitano.
Permitidnos que acabemos con un desiderátum. Quizás porque en muchas ocasiones de nuestra historia como gitanas no hemos tenido otra cosa más que la esperanza y nuestra resistencia. Ahí queda. Para todas:
¡Memoria y dignidad! ¡Mantengámonos alzadas contra la injusticia!
Bibliografía
Rodrigo Andrés y Joana Masó(2018): (Re)visiones gitanas. Bellaterra: http://www.ed-bellaterra.com/php/llibresInfo.php?idLlibre=1408
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Demetrio Gómez e Iñaki Vázquez (2017): Por un activismo LGBTIQ romaní interseccional, inclusivo y descolonizado. Baxtalo’s Blog: https://baxtalo.wordpress.com/2017/01/20/por-un-activismo-lgbtiq-romani-interseccional-inclusivo-y-descolonizado/
«Jennifer Escobero. Una gitana transexual, inspiración de un barrio cordobés», en El País, 2017: https://elpais.com/politica/2017/07/12/actualidad/1499871784_670125.html
«Noelia Heredia. Ser lesbiana en el mundo gitano: “Cuestionan si eres más o menos gitana por ser lesbiana”», en Playground, 2017: https://www.playgroundmag.net/cultura/Lesbianas-gitanas_22583406.html
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Iñaki Vázquez (2015): Gay y gitano: la realidad de los homosexuales en la comunidad romaní. Baxtalo’s Blog: https://baxtalo.wordpress.com/2015/06/01/gay-y-gitano-la-realidad-de-los-homosexuales-en-la-comunidad-romani/
Iñaki Vázquez (2017): Mujer, lesbiana y romaní, cuando la lucha se transforma en imprescindible. Baxtalo’s Blog: https://baxtalo.wordpress.com/2017/04/30/mujer-lesbiana-y-romani-cuando-la-lucha-se-transforma-en-imprescindible/
Minority Rights Group International (2019): It’s here! Romani sexual dissidence! En: http://stories.minorityrights.org/lgbt-roma-spain/
Vera Kurtić (2013): Dzuvljarke: Roma lesbian existence. ERRC: http://www.errc.org/reports-and-submissions/dzuvljarke-roma-lesbian-existence
Noelia Heredia e Iñaki Vázquez. «Feministas y homosexuales: así son también los gitanos», en El País, 2018: https://elpais.com/politica/2018/04/08/diario_de_espana/1523196827_109624.html
Mari Carmen Cortés e Iñaki Vázquez (2017): «Personas gitanas y diversidad afectivo-sexual. Seminario-taller Rroma LGTBQI», en El Porvenir de la Revuelta: http://www.mataderomadrid.org/ficha/6589/personas-gitanas-y-diversidad-afectivo-sexual.html
Raúl Solís (2019): La doble transición. Libros.com https://libros.com/crowdfunding/la-doble-transicion/
Autor: Iñaki Vázquez Arencón
Notas: Adaptación del artículo realizada para el proyecto «Memoria Gitana a través del Género» implementado por Unión Romaní Madrid, la Asociación Nacional Presencia Gitana y La Fragua Projects, financiado por el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática.
Artículo original incluido en: El Libro del Buen Amor
Foto portada: Primera manifestación LGTBIQ+ en España: Barcelona 26 de junio de 1977.