Activistas del pueblo gitano reivindican acabar con los estereotipos y visibilizar la diversidad

La educación es la gran asignatura pendiente: el 63% del alumnado gitano no finaliza la ESO

Celia Montoya Montoya e Iñaki Vázquez Arencón cuentan, entre risas, que son una “pareja de desecho”. Hace años que se conocen, pasan mucho tiempo juntos y tienen un proyecto en común: La Fragua Projects, una entidad gitana de economía social y solidaria. Son activistas por los derechos de su pueblo, que, dicen, es una lucha por los Derechos Humanos. 

Celia se define como feminista y actriz “con oficio y sin beneficio”; Iñaki, como activista —también— de la disidencia sexogenérica. Ninguno de los dos entra en los moldes estereotipados que se le suelen atribuir a su pueblo. Celia lamenta que decir que «es feminista y gitana» sigue generando extrañeza.

“Parece que son antónimos, pero las personas más fuertes que conozco son las mujeres gitanas. No solo las de mi familia, también mujeres potentísimas que he ido encontrando en investigaciones”. Denuncia que se invisibiliza a esas figuras y la sociedad sitúa a su pueblo —y otros que están a los márgenes— como el más machista “para convencer a las mujeres blancas de que ellas están mejor y que nosotros somos los salvajes”.

«La sociedad proyecta en el otro aquello que no quiere ser»

Iñaki coincide: “Es la teoría de la otredad. La sociedad proyecta en el otro aquello que no quiere ser. Se nos sitúa en el lado de lo salvaje”. Lamenta que es una estrategia deshumanizadora: “Se nos homogeneiza para negar nuestra diversidad”.

Para acabar con ello, Iñaki Vázquez propone una receta: “Es muy importante que el Estado dé referentes a los chicos y a las chicas jóvenes. En la comunidad gitana hay lesbianas, gays, bisexuales y transexuales, claro que sí. Algunos lo pasan muy mal y otros no. «Es muy importante el elemento referencial y el Estado debe hacer eso, porque si no, es cómplice de toda la violencia que sufren todas estas personas», reclama. 

Sara Giménez, directora general del Secretariado Gitano, señala otra vertiente de esa homogeneización: «Hay un imaginario del pueblo gitano que va ligado a la exclusión o al folclore. Es muy lamentable hablar así, pero todos los gitanos que estamos fuera de esa idea, que somos muchos, pasamos desapercibidos», explica. «Somos muchas las mujeres gitanas que hemos dado un paso al frente en avance de la promoción laboral, de la promoción formativa, en avance, incluso en la defensa de una participación activa de la sociedad. Y casi nadie lo ve», añade. 

Celia Montoya, igual que muchas y muchos compañeros de su profesión, se ha encontrado con los estereotipos asociados al pueblo gitano. «En el mundo del audiovisual, si no haces papeles de gitana estereotipada, no trabajas. Yo tengo un perfil por el que soy considerada muy racial o exótica. Por eso, todo lo que me ofrecían eran papeles siempre relacionados con la prostitución, la marginación… Y yo siempre me he negado, por eso no he hecho mucho audiovisual».

La Cañada Real de Madrid, uno de los muchos escenarios de la exclusión

Para Celia e Iñaki, el 8 de abril no es una fecha “de celebraciones simbólicas, institucionales o brindis al sol, es un día para reivindicar”. Por eso, nos citan en la Cañada Real. Quieren seguir poniendo el foco en ella, recordar “que hace cuatro años que están sin luz”. 

Para Iñaki Vázquez, la situación de esta zona de Madrid es un ejemplo de lo que siempre sufre el pueblo gitano. “El Estado siempre mira hacia otra parte. Si no, observa lo que pasa aquí en la Cañada. Un montón de instituciones europeas dicen que esto es una vulneración de los Derechos Humanos, pero ni los Gobiernos municipales, autonómicos, ni el estatal hacen nada”. 

600 años del pueblo gitano en España

El primer documento histórico que constata la presencia de los gitanos en España data del 12 de enero de 1425. Sara Giménez, directora general de Secretariado Gitano, lamenta que 600 años después sigue habiendo un gran desconocimiento sobre ellos. Por eso, reivindica la divulgación de su historia y contribución a la cultura del país.

“Ese desconocimiento tiene consecuencias elevadas en lo que es la discriminación, la construcción de prejuicios y estereotipos”, que, asegura, atentan al acceso a una vida digna, ya que el 86% del pueblo gitano vive bajo el umbral de la pobreza: “Nos siguen atravesando brechas de desigualdad muy duras. Sobre todo la educativa, en el ámbito de la vivienda y del empleo”.

La educación, el gran reto pendiente

Según un informe de la Fundación Secretariado Gitano, el 63% del alumnado gitano no acaba la ESO, mientras que en la población en general esa cifra es del 4%. Por eso, abogan por apostar “por programas específicos que aborden esa realidad de desventaja para que ese ascensor social, que es la educación, funcione de verdad para el pueblo gitano, porque hasta ahora no está funcionando suficientemente bien”.

Autor: Maria Iranzo

Fotos: RTVE

Fuente: RTVE